El Power Electronics Valencia, a base de carácter, defensa y De Colo, rompió el maleficio de los ´grandes´ ante el Real Madrid con una victoria merecida a la vez que muy necesaria para la moral del equipo.

No fue el inicio soñado, ni mucho menos. Faltó concentración, intensidad y, sobre todo, agresividad en defensa. Por ahí vinieron los primeros problemas, afortunadamente pasajeros. El responsable fue Carlos Suárez. Claver se las vio y se las deseó para frenar al alero de Aranjuez, que con tres triples consecutivos puso el choque muy de cara para los madridistas (6-15; min. 4). Pesic se vio obligado a solicitar tiempo muerto y buscar soluciones en el banquillo ante tanto despropósito. La consigna, con Augustine y Pietrus ahora en pista, era clara; aumentar la presión llevándola incluso hasta el campo rival para forzar las pérdidas del Real Madrid —15 al descanso y 22 al final del encuentro—.

La reacción, tras ese cambio de actitud, no se hizo esperar. El reajuste defensivo devolvió de nuevo el equilibrio al luminoso permitiendo al Power Electronics Valencia comenzar a hacer el partido que quería. Una vez lograda la dureza e intensidad necesarias bajo su aro, ahora tocaba acertar con el del rival. Ahí ya fue otro cantar. El cuadro taronja no estaba fino y las ideas brillaban por su ausencia. Pese a ello, con carácter y acciones individuales, los de La Fonteta lograron regresar del descanso con su mayor renta hasta ese momento (36-29; min. 21).

Pero por segunda vez en el partido la fórmula Suárez unida a la línea del 6,75 dio la vuelta al choque. Otros tres triples consecutivos del madrileño obraron la remontada ´blanca´ (39-40; min. 26), dejando muy ´tocado´ al equipo de Pesic, quien por cierto se desesperaba en la banda. Otra vez tocaba remar contracorriente y eso viene siendo sinónimo de nervios, precipitación y malas decisiones en los últimos encuentros.

Ayer también sucedió, pero el equipo demostró que su dureza mental va en aumento y que, con el apoyo de su público, su juego gana enteros. De Colo, muy desacertado hasta el último cuarto, fue la clave para obrar la metamorfosis. Diez puntos consecutivos del francés devolvieron la confianza a un equipo que, aunque no supo matar el partido en ataque, si lo hizo desde la defensa —sólo recibió cinco puntos en el último cuarto—.