Hace tiempo que aprendí a dejar los problemas y los malos rollos de lado. Aprendí a olvidar el rencor, a mirar hacia adelante y a tratar de hacerme a mi mismo el favor de ser feliz. Tal vez sea la gran lectura que ha sacado uno en lo que va de esta vida; que no voy a complicármela por nada del mundo. De hecho, antes de desintegrarse por malos rollos que ahora no vienen al caso, decían los Eskorbuto algo así como que «el pasado ha pasado y por él nada hay que hacer». Lo comparto.

Podríamos estar todo lo que queda de verano hablando del pasado, de que el Valencia no está en Champions y de que nadie del Valencia le dijo a Emery de una manera clara y meridiana que el objetivo mínimo era estar en Champions —así de mareados les había dejado la etapa Koeman. Por lo visto—. Hasta podríamos seguir valorando si hace bien Emery o no en decir que nadie le estableció cuál era el objetivo mínimo, pero no seré yo. Tampoco voy a hacer de esta opinión mía un tratado de semántica para diferenciar entre ´fracaso´ y ´decepción´. Ya no toca. En su momento no fui de Quique, pero le di una segunda oportunidad porque todo el mundo se la merece. No seré tan drástico ahora porque no creo que Emery haya desperdiciado su oportunidad, simplemente creo que ha acertado y se ha equivocado, como yo. Como todos. Como Koeman. Como Quique. Lo que pasa que Koeman y Quique ya no están. Emery sí. Ya me pasó en su momento y sé que me va a pasar ahora pero me da igual, prefiero remar a favor que en contra. Y no lo digo por interés, lo digo porque lo pienso y porque lo siento —croe que me entienden—. Yo le voy a dar otra oportunidad a la ilusión. ¿No se la han dado a Florentino? El tiempo que todo lo cura.