Si no fuera por César, lo mismo estas cuatro letras que ahora ´arrejunto´ con la ayuda de mi neurona preguntona empezarían diciendo que me da pánico llegar a la conclusión de que el equipo está excesivamente relajado justo cuando la temporada deja de ser redundancia para convertirse en verdad verdadera. Si no fuera por César, igual ahora estaría escribiendo que desde fuera da la impresión de que al entrenador se le ha ido el asunto de las manos porque los futbolistas han asumido que la temporada que viene no sigue, aunque a estas alturas no tengo ni idea de si Emery va a seguir o no. Probablemente, de no ser por la más que segura presencia de César en la portería, ahora estaría contándoles que como se nos ocurra palmar esta tarde en Getafe el partido de la semana que viene en Mestalla ante el Villarreal puede ser una de esas finales que este equipo acostumbra a perder. Sí, no lo niego, si no fuera porque miro en la pantalla de mi ordenador las fotos del día y veo a César encantado y feliz como una lombriz, —siempre en mi mente Juan Antonio— en estos momentos divagaría sobre el concepto intrínseco de la llorentina; es decir, en la vergüenza que supone que tenga que ir el presidente a decirles a un puñado de futbolistas profesionales que tienen que comportarse como tales, no sin antes recordarle al entrenador que él es el encargado de que en el rebaño no haga cada uno la guerra por su lado. Pero después de no sé cuantos días sin fútbol no me da la gana seguir machacando al personal con nada que no tenga que ver con el balón rodando. Hoy prefiero admitir que siento envidia de César y que antes de que se me acabe la noche, la salud y el dinero, espero seguir disfrutando de la vida y de mi profesión como lo hace él. Si encima le ganamos al Getafe y el Barça le gana al Villarreal, lo mismo me atrevo y le pido tema a mi mujer...