Por lo visto el periódico americano ´The Washington Post´ tiene un director que está un pelín ´zumbao´ y que tuvo la idea de poner a un violinista de esos muy virtuosos tocando en el metro para testar cómo reacciona la gente. Entre el ir y venir de la peña el tipo toca una pieza muy complicada de interpretar y lo hace con un violín que vale 3,5 millones de dólares. Al final el hombre sólo se lleva 32 dólares y el interés de alguno que otro que se para a mirar, pero lo cierto es que nadie aplaude cuando termina. El resumen es que este experimento sociológico trata de averiguar si somos capaces de percibir la belleza en un entorno fuera de lo habitual y en un momento para el que no estamos preparados, y si nos detenemos a apreciarla. Viene a ser un poco lo de Iker Jiménez —dicen que en breve hace un especial ´nave del misterio´ sobre el último gol de Fernando Torres— , que aunque me entretiene los domingos y más si el Valencia acaba de hacer el ridículo, demuestra cada semana que en el fondo cada uno encuentra lo que busca.

Pardao

De una funda hecha una ruina

No sé si lo que pasa con Emery es que la gente está harta de él —esto es bastante común en el mundo del fútbol—, porque es el centro de todas las críticas/miradas y por lo tanto tiene la culpa de todo porque de él ya tenemos una opinión preestablecida, es decir, que vamos pensando ´a ver qué burrada nos hace hoy´, o si lo que pasa es que el hombre es un virtuoso que toca en el metro y nosotros somos unos tipos cuya prisa por ganar títulos nos impide apreciar la belleza de su trabajo diario con un violín que hace tiempo dejó de valer 3,5 millones de dólares... A estas alturas de la vida ya me dan igual muchas cosas, pero cada día me van quedando claras algunas otras. Primero que el actual entrenador del Valencia se merece todos mis respetos porque si ha estado cuatro temporadas en el Valencia —como mínimo— ha sido gracias a su trabajo. Segundo que muchas, quizás demasiadas veces, ha estado solo, muy solo, cuando llegó Villalonga, con Soriano y también con Llorente, que prefiere dejarlo morir entre los leones antes que llevarse él un arañazo siquiera. Y tercero, que pese a todo lo anterior, no me gusta la música clásica, no he tocado el violín en mi vida y sólo algunos grandes compositores como Robe Iniesta, el Drogas, Evaristo, Fito o el Kutxi son capaces de componer obras maestras que jamás me canso de escuchar en el metro, en el coche o en Mestalla: por ejemplo, ´Pardao´, que «nadie sabe cómo pasa su vida...».

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