Aunque no por inesperada, la goleada del pasado domingo está demasiado reciente en el tiempo como para intentar convencer al personal hoy miércoles de que mañana ganamos al Atlético. Ya inventaré algo con alguna canción de Loquillo —que tiene algunas muy épicas— para que se nos ponga la gallina en piel y vayamos al Calderón dispuestos a morir por unos colores. Ya digo que hoy no es día para épicas, que si acaso mañana cuando llegue al periódico me pongo un trozo de la aventura de Leónidas y sus 300 espartanos para convencerme a mí mismo de la victoria y, si se pone a tiro, de paso les cuento esa vez en que, como dice Sabina, por la noche hubo fiesta en la cocina y mi mujer me pilló de madrugada, en calzoncillos y con la mano al viento retando al Real Madrid en el Bernabéu... Pero eso mañana, mañana... Eso mañana porque hoy, al más puro estilo modernista, mi intención es provocar. A ver si me aclaro la mente y desparramo alguna que otra reflexión sobre la cantera para provocar ideas a favor y en contra. Sé que soy muy pesado con este tema, pero todo lo que tenga que ver con la patata ocupa mis pensamientos y la cantera, en el fondo, más que con el fútbol, tiene que ver con el sentimiento. El caso es que con la moda del Barcelona y su cantera, todo el mundo se pregunta por qué el Valencia, por ejemplo, no hace lo mismo. Que el Barcelona y sus dirigentes tienen más claro el camino deportivo y económico del club que los dirigentes del Valencia no lo discutiré porque es una pérdida de tiempo —y porque el pasado reciente es el que es—, pero me veo obligado a sacar la calculadora para demostrar que la diferencia está en que el Barcelona los pone —a los cantaranos digo—. Albelda, Silva, Albiol, Guaita, Jordi Alba, Pablo Hernández, Isco y Alcácer han salido de la cantera blanquinegra y son o han sido titulares de un equipo que lucha por la Champions, lo que viene a demostrar que más allá de que tengo la sensación de que en eso, en la formación y captación, también se puede y se debe mejorar y de que sólo por inercia salen jugadores, queda claro que si en el Valencia no juegan siete y ocho canteranos es por un problema de concepto, por un problema económico o por un problema deportivo, más que por un problema de producción de futbolistas. En estas cosas lo mejor es ir a casos concretos, a ejemplos que sirvan para tomar decisiones aunque sean imaginarias. ¿Renovar a Maduro para que siga siendo un jugador complemento en la plantilla o subir a Portu? Sin desmerecer a Feghouli —futbolista cuya actitud le hace merecedor de todos mis halagos—, Isco, por ejemplo, tuvo la mitad de oportunidades que el argelino. De Paco Alcácer me duele pensar que la cosa es muy similar más allá de que el de Torrent ya está atado contractualmente. La temporada que viene habrá nuevo entrenador, estaría bien que estas cosas comenzaran a quedar claras.