No sé qué me acerca más a la realidad, si las derrotas o las victorias. Quiero decir que no sé qué distorsiona más mi simple manera de ver las cosas, si ganar partidos o perderlos, pero es evidente que todo es más bonito cuando ganas. Con las victorias me pongo eufórico y me veo de nuevo tercero intentando atrapar al FC Valors. Con las derrotas estoy fastidiado, rabioso y con ganas de morder. Lo que es el fútbol de toda la vida. Sé que como ganemos en Eibar me subiré de nuevo a la palmera, cerca de mi nube azul donde todo es como yo lo he inventado, porque cerraremos el año en Liga de Campeones por delante del Sevilla. Y sí, también ya sé que seríamos cuartos por delante del Sevilla pero con un partido más porque el atraco que le van a pegar en la Cueva de Alí Babá se atrasa a febrero, pero a mi lo que me motiva es mirar la clasificación cuando las cosas van bien. Lo que quiero decir es que si cerramos el año con el Valencia cuarto y cerquita del tercer puesto es como para estar satisfechos. Cuando Rafa Benítez llegó al Valencia recogió un equipo que venía de jugar dos finales de Champions y de ganar de forma brillantísima la Copa del Rey -eliminó al Meseta y al Valors-. Desde la palmera se ve todo con más calma, y la calma pide eso, calma. Si de verdad hemos de competir por el tercer puesto -o por más- no será diciéndolo cada día, será superando situaciones complicadas y aprendiendo de ellas. Eso fortalece a un equipo. PD: Acabo de leer lo que he escrito y me he sorprendido a mi mismo pidiendo calma... ¡0-3 en Ipurúa!