Es inevitable pensar en qué habría pasado si Peter Lim hubiera aceptado que Pizzi fuera su entrenador en vez de imponer a Nuno para comprar el club. Si analizas el paso de Pizzi por el Valencia, ya sin el ruido del proceso de venta, lo cierto es que resucitó al muerto. Su Valencia protagonizó una remontada que forma parte de la historia reciente del club y que nos puso la piel de gallina a todos. Aquella noche en Mestalla ante el Basilea fue magia pura, uno de esos partidos que se recuerda para toda la vida y del que presumes, «yo estaba en Mestalla cuando le remontamos 3-0 al Basilea...». Orgullo. Y no se metió en una final por auténtica mala suerte y porque un árbitro concedió como legal un gol de un tipo que estaba dos metros en fuera de juego -ante el Sevilla, qué raro...-. Antes había ganado en el Camp Nou al FC Valors y no ganó al Real Meseta en la Cueva de Alí Babá de puro milagro. Es decir, el Valencia de Pizzi logró lo que no había logrado el de Emery, y esto lo digo sin ningún ánimo de ofender a Unai; ese equipo emocionó a los aficionados y les tocó la fibra con partidos que todos tenemos en la retina. Más allá del aspecto social, como entrenador Pizzi hizo lo más importante, dotar a su equipo de su personalidad. Por momentos, y teniendo en cuenta que llegó a mitad de temporada, aquel equipo era osado, trabajador y no se arrugaba. Cuando un entrenador le da su sello a su equipo es síntoma de que es buen entrenador. Luego llegarán los resultados o no, pero los jugadores hacen lo que el entrenador quiere que hagan, y eso habla bien del entrenador; creen en él. Posiblemente sea demasiado fácil decirlo ahora y por lo tanto hasta tenga un punto ventajista, pero echas la vista atrás, y te preguntas si Amadeo Salvo pudo evitar aquello o si pasó que todos estábamos tan arriba de la ola que no supimos valorar que ante nosotros teníamos un entrenador, y si nos cegó el brillo del dinero de Peter Lim -ese que ahora no quiere sacar para hacer un buen equipo- y la codicia de un futuro esplendoroso que tanto ansiábamos. De todo esto, lo que más me jode es que Pizzi era campeón de la liga argentina y lo dejó todo para venir a entrenar al Valencia. Lo suyo fue un acto de fe y una demostración de ambición que posiblemente jamás tuvimos en cuenta porque cuando no en es por una guerra es por otra. Lo de siempre. Y cuando llegó el futuro se llamaba Nuno. ¡Tócate las narices!

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