Decía Albert Pla en una carta que le escribió al Rey Melchor que «por amor soy capaz de mandar a la mierda mis firmes principios de republicano, cambio de camisa y rindo pleitesía a la monarquía, ¡que viva el amor que me convirtió en su esbirro majestad!», y Valencia anda repleta de plebeyos republicanos reconvertidos al absolutismo y al despotismo ilustrado, aquello de todo por el pueblo pero sin el pueblo. Llenito está el entorno de ateos de misa diaria ahora que de tanto rezar terminan aplaudiendo que el Valencia CF se limite a tener opciones de empatar en los minutos finales ante el Barça a pesar de que no hace tanto todo lo criticaban justo en la temporada esa que el equipo terminó metiéndose en la previa de la Liga de Campeones.

La nueva religión meritoniana, que nada tiene que ver con hacer méritos, transforma lobos en corderos, atribuye méritos a las derrotas, aplaude al pusilánime y recela del ambicioso, contribuye al inmovilismo y tiene pánico del rebelde que, enfadado, parece dispuesto a pelear porque no se siente representado por un Valencia que ya no reconoce. El mediocre tiene pánico al cambio y reparte favores comprados a saldo a cambio de evitar la revuelta del corazón, esa que parece que no está pero vive aletargada hasta el momento en que uno sabe porqué, explota con toda su fuerza y ya no hay quien la pare. No soy tonto, sé que a muy pocos equipos se les puede exigir empatar o ganar en el Camp Nou hoy en día, pero de ahí que estar satisfecho por perder 4-2, va un tramo que separa al mediocre del valiente y soñador.

El mensaje que emana del Valencia en estos momentos es tan pobre, que me atrevo a decir que ni el mismo Mateu Alemany lo hará suyo el día que coja las riendas. Si de verdad es un tipo de fútbol como todo el mundo dice, sabrá que el Valencia es un grande y que desde la humildad y el trabajo diario se puede ser ambicioso y realista.

PD: La carta de Albert Pla termina así: «Si me caso -con la hija del Rey- me transformo como en ese cuento aquel sapo que por un beso se convierte en príncipe encantado y así por un beso de su princesita también yo me vuelvo en todo lo que usted quiera, seré su súbdito amado, su sumiso esclavo, su obediente criado, su subordinado y devoto lacayo...». Se ve que en los orígenes ya no está la esencia del valencianismo... Ha nacido el meritonismo, y ahí gana el más pelota. La comedia ya ha empezado, ahora sales tú.

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