Me inclino por pensar que Rodrigo no es consciente de lo que ha hecho. Es imposible que este chaval de 25 años sea capaz de entender qué significa para los valencianistas la peluca naranja, y por lo tanto, dudo que alcance a palpar en toda su profundidad lo bonito de su gesto. De hecho, que no lo entienda en toda su profundidad porque no lo ha vivido ni experimentado, le da más valor al gesto en sí mismo y dice mucho y muy bonito del propio Rodrigo, porque ese punto de espontaneidad le añade una pureza que lo hace verdadero y sincero. El partido era tarde y tuvo que verlo por televisión porque el cierre del periódico obliga, pero recuerdo que me quedé con la boca abierta mirando la pantalla al ver a Rodrigo plantarse la peluca, ponerse de rodillas y señalar al cielo... no daba crédito, era todo demasiado bonito. Cuando terminó el encuentro, supe que no se trataba de un plan del club, que fue él, el propio Rodrigo, quien se preocupó de comprarse la peluca el sábado y dársela al recogepelotas para que lo buscara si marcaba gol. No hay más que ver las imágenes de televisión cómo el niño, que es el portero del Infantil A del Valencia, busca a Rodrigo deseperadamente mientras, nervioso, trata de sacar la peluca de una bolsa que guardaba como el mayor de los tesoros en algún rincón de detrás de la portería.

Les recomiendo que se fijen en ese detalle porque le añade una pizca de ternura que engrandece la historia de Rodrigo y la peluca naranja. Y decía antes que Rodrigo no es consciente de lo que ha hecho porque su gesto es de los que llegan a la patata; al arrodillarse y señalar al cielo con una peluca naranja le ha dicho al mundo que es uno de los nuestros, que no teme al ridículo y que le da lo mismo si en Londres o en Bremen no lo entienden porque le sobra con que lo entiendan quienes lo tienen que entender. Es como la canción, «no me importa el qué dirán, me importan los de verdad, los que comparten mis días». Quien tenía que verlo desde el cielo lo vio, y es más que suficiente. El tiempo dirá si estoy en lo cierto, pero creo que la imagen de Rodrigo con la peluca naranja pasará a la historia del Valencia, como aquella de Ayala pidiendo calma tas marcar en Málaga, o la del propio Jaume poniéndose la peluca en Zaragoza. Para terminar, no me queda más que darle las gracias por ser como es y sobre todo, por no haberse rendido jamás...

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