Así de caprichoso es el fútbol. Cuando todos esperábamos que el tramo final de la temporada fuese, no digo que un paseo en barca, pero sí algo divertido con lo que disfrutar, una grave lesión transforma nuestra sonrisa en mueca. Y encima Coquelin. Que sí, que cualquiera que se lesionara habría sido igual de fastidio, y hasta de cualquier equipo porque nadie desea que se lesione ningún futbolista de gravedad, pero Coquelin había demostrado tanto y tan bueno en tan poco tiempo, que te toca más la moral. Era el futbolista en que muchos veíamos el Valencia del futuro, ese equipo competitivo que todos imaginamos y peleando por Europa en la Liga de Campeones.

Supongo que es fruto de las expectativas que este equipo ha generado, pero hacía tiempo que no me afectaba tanto una noticia de este tipo. Mientras lo escribo lo recuerdo como si viviese ese instante de nuevo. Suena el teléfono y es Pascu Calabuig más nervioso que de costumbre, «Carlos, estoy viendo el entrenamiento, ha pasado algo gordo, aquí no hay nadie, estoy solo, pero de repente los jugadores han empezado a salir del campo de entrenamiento muy serios y al poco una camilla se ha llevado a un jugador. No sé quién es pero esto es algo serio...». Uno ya es un poco veterano y no se crean que se altera por cualquier cosa, que he visto a presidentes decir en una junta de accionistas que «està tot embastat» y que luego no fuese nada, he visto a un expresidente del Valencia planear el secuestro de otro expresidente del Valencia porque no le pagaba, he visto venderse el Valencia al mejor postor y que merodearan a su alrededor buitres y mafiosos, he visto a una presidenta del Valencia decir «yo soy Peter Lim» y que los valencianistas parecen bobos, llevo años sabiendo que un periodista de una cadena de radio nacionalmadridista chantajea a cualquiera que tenga algo de poder en el Valencia -no digo la emisora porque no me da la gana pero todos sabemos cuál es y que sus superiores se lo permiten-, y hasta he visto como intentaban convencer a la gente de que Pako Ayestaran era el entrenador ideal del Valencia. Pues a pesar de tanto, cuando Pascu me llama de nuevo y me dice «Carlos, es Coquelin, se ha lesionado Coquelin y es muy grave» no he podido evitar dar un puñetazo en la mesa y gritar «¡mierda!». Una vez pasado el disgusto me doy cuenta de que ese puñetazo, que de una manera u otra hemos dado todos los valencianistas, no es más que la prueba de que estamos muy vivos. Mucha fuerza Coquelin. Mestalla está contigo.

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