Como estoy convencido de ello lo digo sin temor. Podré equivocarme y si es así ya habrá quien me lo recuerde dentro de un tiempo que siempre hay alguno con ganas de pelea a la vuelta de la esquina. Pero me da igual, creo que asistimos a un cambio de ciclo y lo digo abiertamente. Hace unas semanas reflexionaba entre la diferencia de pasar a la historia y cambiarla, y de eso va el tema de hoy.

Héctor Cúper y Rafa Benítez pasaron a la historia, o mejor dicho, forman parte de la historia del Valencia. El primero metió al equipo en dos finales de Liga de Campeones y el segundo, más conocido como Nostre Senyor, ganó dos Ligas y una Copa de la UEFA. ¡Ahí es nada! A la historia también pasó Ranieri porque ganó la Copa del Rey después de que el Valencia estuviera demasiados años sin rascar nada, y ojo, lo metió en la Liga de Campeones, que no se me olvida aquel último partido de Liga ante el Zaragoza en Mestalla. Pero el italiano, además de formar parte de la historia del Valencia, la cambió. O mejor dicho, lo mejor que hizo Ranieri en el Valencia fue, fundamentalmente, cambiar su historia. Recogió los retales que dejó Valdano y montó un equipo de fútbol que rompió con la dinámica perdedora. El Valencia pasó de ser un equipo que jugaba bien pero no ganaba nada, a morder y ser campeón de Copa ante el asombro del fútbol español. Ayer, a Marcelino, tras jugar uno de los partidos más completos que se le recuerdan a su equipo, le preguntaron si le motiva superar el récord de 77 puntos sumados en una Liga que logró Nuno hace unas temporadas y dijo que él ha venido al Valencia para cambiar la dinámica del club, no a lograr récords. ¡Bingo! Es un concepto vital que como yo lo veo, le define como ganador. Desde que se fue Benítez, y más allá de la Copa de Koeman, el Valencia ha vivido de coleccionar estadísticas: que si el mejor arranque liguero, que si la mejor puntuación, que si ser terceros pero no aspirar a nada y aburrirte, que si cinco jugadores en la selección... ¿Y qué? Miras atrás y todo no ha servido más que para engañarnos a nosotros mismos, o no sé si para que yo, como periodista y por lo tanto parte de eso que se conoce como entorno, engañarles a ustedes. ¡Al diablo las estadísticas y los récords! El fútbol vive de emociones, y la satisfacción que me está proporcionando el Valencia de Marcelino está muy por encima, por ejemplo, de la que me daba el Valencia de Emery que era tercero. ¿Por qué? Por la certeza de que esto acaba de empezar. Disfrutemos pues.

Más artículos de opinión de Carlos Bosch, aquí.