Lo que van a leer ahora nada tiene que ver con Vicente y sí con los 'Vicentistas'. Sí, estoy hablando de Vicente Rodríguez, secretario técnico del Valencia, que ha demostrado ser más inteligente que aquellos que se empeñan en ser más 'vicentistas' que él. Primero imaginaron y sobre todo, trataron de fomentar una guerra contra Marcelino y Longoria que de momento no existe, y ahí están los hechos porque al poco de llegar al Valencia como jefe del Área Técnica, -lo que viene siendo un eufemismo que de surrealista resulta gracioso-, Pablo Longoria le dice que vaya a ver el Schalke y él va porque trabaja para el Valencia. Y punto. Y además queda claro que los que echaban gasolina al fuego lo hacían pensando más en su propio interés que en el del Valencia o el del propio Vicente. Y ahora tratan vender la burra de que Vicente es poco más o menos que el autor intelectual de este Valencia. De verdad, con amigos así no le hacen falta enemigos.

El juego del fútbol

Cuando Pablo Aimar jugaba en el Valencia mi menda lerenda era como los actuales 'Vicentistas', quiero decir que era más 'aimarista' que el propio Pablo, luego llegó David Silva que aunque no tenía el trotar elegante y armonioso del argentino, hizo que me olvidara rápidamente de él porque era más efectivo en el juego. Pablo me ha parecido siempre un tipo peculiar, pero sano. Digamos que en lo personal no tenía el perfil del futbolista de 25 años, él parecía estar hecho de otra pasta. Cierto que en según qué situaciones era escurridizo y hasta huraño o arisco, pero no era mala gente. Sin conocerlo en profundidad, puedo decir que Aimar es un buen tipo. Y quizás por ello me he parado a analizar detenidamente porqué cuando en una entrevista en Marca le piden que diga lo mejor de los entrenadores que ha tenido a lo largo de su carrera, él no nombra ni a Rafa Benítez ni tampoco a Héctor Cúper. Si no los nombra es porque no le han llenado como profesional, ni más ni menos. No hay maldad. Y eso que si miras su trayectoria, en Europa no ganó nada más importante que la Liga española y la UEFA, ni jugó una final de Champions, pero no le llenan. A Pablo Aimar lo que le ha gustado siempre es jugar a la pelota, el juego en sí mismo. El fútbol y todo lo que lo rodean, incluidos periodistas, le daban un poco igual por decirlo de manera suave. Y sigue pensando lo mismo pero ahora desde la posición de entrenador. A Pablo le gusta el juego, no el resultado. Si no se divierte no le sirve. No quiere perder, ojo, quiera ganar divirtiéndose. Es una forma de verlo que puedes compartir o no, pero en esta vida cada uno lo ve como le da la gana.

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