Marcelino se planta en la sala de prensa y sin que nadie le pregunte de manera explícita por ello, se saca de la chistera un discurso evidentemente aprendido en el que defiende de manera particular a Vietto y Andreas Pereira pero lo que está haciendo es defender a todos sus futbolistas en general. Dice que para él fue como una puñalada en el corazón que se señalara públicamente al argentino y al brasileño y no queda claro si se refiere a la prensa o a los aficionados, aunque en la respuesta llega a decir «la gente». Esto ha provocado un estupor entre algunos que, si se quiere, se puede llevar hasta un profundo debate. Sea como sea, yo lo veo de otra manera y tiene que ver con aquello de que hoy en día, salvo que seas Pako Rolling Stone o Gary Neville, normalmente todos los entrenadores en la elite tienen suficientes conocimientos tácticos por más que algunos se distingan especialmente en esa faceta. La clave de un equipo está en la gestión interna de todas las voluntades y Marcelino desde que llegó ha sido hasta cansino en eso. Ha huido del entrenador de 'látigo y mano dura' que todos esperábamos con los brazos abiertos tras las recientes temporadas, y ha optado por convencer antes que imponer, por ello, su discurso ha de procesarse de manera interna y sobre todo, ha de entenderse que está enfocado al partido de Balaídos. Siendo muy exagerado, Marcelino ha presentado al entorno como el enemigo que «no nos entiende» para buscar una reacción en sus futbolistas y que salgan al partido a demostrar al mundo que los pitos son injustos. Buscar un enemigo común es una buena manera de mantener unida a la tropa, sobre todo cuando el principal problema ante el Getafe fue de actitud.

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