Salvo los primeros cuarenta y cinco minutos de la eliminatoria en Copa contra el Sevilla, el resto de lo que ha disputado el Valencia este 2012 es para llorar. De hecho, tengo la impresión de que las Navidades no le han sentado nada bien a más de uno. Empezando por Unai Emery, que vuelve por sus fueros desconcertando a propios y extraños con sus decisiones. Ya lo advertía con el ánimo de ser muy pesado: la liga no puede nunca dejar de ser la prioridad porque al fin y al cabo es la competición que marca la temporada de un equipo. Dos partidos, dos fiascos para enterrar un año más la ilusión por ser algo más que terceros.

Convendría aclararse

Antes de la eliminatoria contra el Chelsea, ya escuché a gente dentro del club decir que caer en Stamford Bridge no suponía una tragedia; que en realidad le podía venir bien al Valencia quedarse fuera de la Champions porque eso le permitiría centrarse en la que debía ser su competición este año: la Copa del Rey. Pensé que era una opinión aislada. Ahora, compruebo para mi desilusión que no. Y, sinceramente, no entiendo el razonamiento. Los mismos que no tienen fe en disputarle la liga a Real Madrid y Barcelona creen en cambio que sí es posible ganar un torneo en el que vas a tener que enfrentarte directamente con uno de los dos para acceder a la final. Me lo expliquen, por favor.

Absurda confianza

Desconozco, por otro lado, las cuentas que habrán echado en el vestuario del Valencia. Sea cuales sean, la realidad es que la famosa tercera plaza no está ni mucho menos asegurada. Lo estaría bastante de haber ganado a Villarreal y Real Sociedad. Ahora, sólo hay un colchoncito que puede quedarse en la nada en un abrir y cerrar de ojos en la liga de los tres puntos. Tan sencillo como seguir pensando que hay partidos de los que uno puede borrarse porque ya habrá tiempo de enmendar los borrones.

Unai y la lógica

Una definición lógica de rotaciones es contar siempre con los mejores e introducir en cada partido dos o tres variaciones que te permitan refrescar el equipo. Esto no es así en el manual de Unai Emery, que tan pronto tira del once titular sin descanso como lo cambia entero, obviando que los suplentes difícilmente pueden ofrecer su mejor versión de la noche a la mañana. Y no es que quiera con ello exculpar a quienes bordaron el ridículo el sábado pero, si ya por separado los Pablo Hernández, Bruno, Parejo, Dealbert y Topal están firmando una temporada lamentable, ¿qué se puede esperar de un partido en el que los pones a todos ellos juntos? En fin, decisiones de un tipo —Emery— a quien, de todas formas, aprecio por su dedicación y trabajo, tanto que no dudo que sería un gran ayudante de Ferguson en el United.

Fuegos artificiales

Me cuenta un pajarito bien informado que esta semana llegará a Valencia una oferta formal de compra del club. Incluso me apuntan que la propuesta es irrechazable para los tiempos que corren. Veremos qué hay de realidad y cuánto de fuegos de artificio. Y es que, despejado el futuro inmediato, mucho me temo que esta va a ser la tónica habitual de la actualidad valencianista hasta que realmente aparezca un comprador que sea del agrado y confianza, evidentemente, de quienes siguen tutelando la marcha de la entidad. Personalmente, lo que un servidor desea es que cuando se dé el paso sea para poner en marcha un proyecto en el que la coherencia y la ilusión no estén reñidos, que ya todos sabemos cómo acaban en el fútbol los proyectos faraónicos.