Piatti sigue buscando su lugar en el campo y el periodo que dura hasta encontrarlo nunca es fácil. Más si cabe cuando cambian las consignas y pasas del «recuperamos y balones a Pablo» a las órdenes de equipo. Eso lo complica todo. Sobre todo cuando dejas de ser el futbolista que resuelve partidos y obra milagros con una genialidad a ser sacrificado en defensa y generoso en tus recorridos. Piatti es un futbolista con muchas condiciones que todavía no sabe qué hacer con ellas. Ya desde la cuna, siempre se llevó mejor con la pelota que con el juego y quizá sea por eso que, en todo este tiempo, no fuimos capaces de reconocerlo. Como la confianza dicen siempre fue cosa de dos, lo veremos también desde el otro lado. Ahí, pegado a la línea de cal, se encuentra su entrenador partido tras partido sin parar de gritarle: «Arranca, pisa, mira, cierra, acelera, frena, toca, corre, tira, vuelve…». Por si fuera necesario acompaña la voz con su cuerpo y a la marca del lateral se le suma la de su técnico. Ronco de radiarle, Emery perdió la paciencia y decidió sentarlo porque como ya confesó una vez en sala de prensa, la exigencia de los resultados le impide pensar en el largo plazo.

La esperanza

Pero a diferencia de la indolencia anímica o del pasotismo táctico de otros, Piatti nunca tuvo en mente renunciar tan pronto a encontrar su sitio en este juego. En silencio, Piatti busca recuperar el lugar que este verano le había correspondido. Desde el trabajo y el respeto entrena a la espera de una oportunidad para reencontrarse con su mayor aliado en el campo: el esférico. Dicen que mostrar el desacuerdo es la estética de una rebeldía universal y acatar la decisión forma parte de la dignidad profesional. Ante el Levante, su entrenador lo puso de inicio para que fueran la voluntad y el talento del futbolista quienes decidieran desde dónde vería los próximos encuentros. Y no lo desaprovechó. Ganó en confianza el jugador, porque cuando las cosas van mal, los primeros en dudar de sí mismo son los mejores. Respiró aliviado el técnico, pues todos estos meses de trabajo específico valieron la pena. Y por último fue una sobredosis de optimismo para la grada, que por fin pudo festejar un gol de aquel argentino que fichó el pasado verano como la gran esperanza blanquinegra.

De vuelta

La plantilla del Valencia esta llena de futbolistas en proceso de crecimiento o lo que es lo mismo, en esa fase de formación que marcará dónde esta su techo. Contado el caso Piatti, la actuación de Pablo Hernández el pasado derbi demuestra que algunos no han sacado todavía todo el jugo que llevan dentro. Abandonado en el ostracismo, en los últimos meses Pablo ha estado pasando hojas en el calendario sin recordar un solo día con alguna trascendencia. Como no hablamos de un cualquiera, ladramos más fuerte. A sus 26 años y con más de 100 partidos a sus espaldas en Primera División, Pablo está de vuelta. La noche del jueves será recordarda como el punto de inflexión de un futbolista que huye de la jugada para ganar un espacio libre. Encontrado el lugar despejado serán sus compañeros quienes lo busquen por la sencilla razón de que todos confían en su talento. Y una vez allí, Pablo debe sentirse en la obligación de explotar todas sus virtudes. Encarar, desbordar, asistir o definir repitiendo el proceso una y mil veces hasta quedar exhausto y sin aliento; porque puede. Al igual que Piatti, al final todo es cuestión de confianza fe porque desde su infancia, ambos saben que la pelota ejercerá de cómplice.