Una vez más quedó demostrado que es muy fácil arbitrar en el estadio Santiago Bernabéu. El Real Madrid es inmensamente superior al Levante y por eso no necesitaba la ayuda de Undiano Mallenco para encarrilar la victoria. Quisiera que en el Ciutat de Valencia pitasen un penalti a favor de los levantinistas como el que le señalaron el pasado domingo en contra por las manos de Iborra. ¿Dónde estuvo la intencionalidad? Otra cosa es que estuviese más bien pánfilo, viendo caer el balón desde el cielo para arroparlo de forma inconsciente entre sus manos.

No hay clamor

Como la víctima es en este caso el Levante, no hay clamor popular, mediático ni nada que se parezca. Se asume, salvo raras excepciones, y punto. Así es como se fabrica el fútbol: el pez grande engulle al pequeño sin miramientos y con todos los poderes fácticos de su lado. Siempre se va a favor de la corriente y sólo se rasgan las vestiduras si la víctima es el Real Madrid, Barcelona o Valencia; lo que suceda con el resto no importa. Es una forma como otra cualquiera de adulterar la competición. Al Levante no se le permitió ni la posibilidad de llegar al descanso con el resultado a favor. Por decreto ley se vio en inferioridad numérica y con el resultado igualado. Me hubiese gustado ver el desarrollo del segundo tiempo en igualdad de condiciones y con ello no escondo la realidad entre un equipo y otro. Encima, al visceral Sergio Ramos se le perdonó la expulsión por pisotear a Del Horno, sin balón, en el área azulgrana, en los inicios del encuentro. En esta ocasión no he escuchado a Mourinho preguntarse: «¿Por qué nos ha favorecido el árbitro?».

Mou, recogepelotas

Durante los 43 minutos que el Levante consiguió por méritos propios ir por delante en el marcador (0-1) en el Santiago Bernabéu, me llamó la atención las prisas que tenía Jose Mourinho. Sólo quería que el balón estuviese en circulación, sin ni una pérdida de tiempo. Iba de una parte a la otra de la banda reclamando el esférico como si de un recogepelotas se tratara. A su vez, gesticulaba al árbitro y censuraba que los jugadores del Levante dejasen escapar los minutos. ¿El Madrid no malgasta el tiempo? Pues claro que lo hace y siempre que le interesa. En este aspecto no hay excepciones. Desde mi perspectiva, lo lamentable es que en líneas generales se distraiga tanto tiempo en el desarrollo de un partido. Sucede que todos ven la paja en el ojo ajeno y ninguno la viga en el propio. La pérdida de tiempo en el fútbol es como un fraude asumido. El espectador es la víctima, se le priva del espectáculo durante los 90 minutos, aunque mantiene silencio si lo hace su equipo. Las estadísticas vienen a señalar que sólo se disputan 20 minutos en cada parte.

Evitar distracciones

Todo lo sucedido en Madrid ya es historia. La lectura positiva que de este partido se puede sacar es, por una parte, la recuperación de jugadores lesionados y, por la otra, que el equipo ofreció, dentro de sus limitaciones, una mejoría con respecto al pasado. Dio la sensación de volver a tomar el pulso a la competición. Llega en buen momento, de confirmarse la citada mejoría, para afrontar la vital visita del Rayo Vallecano. Permanecer en el cuarto puesto de la clasificación, a esta altura de la competición, es todo un logro, pero ya no se puede, por más tiempo, seguir viviendo de las rentas. Siete jornadas sin ganar es un excesivo lastre. No hay que distraerse frente al Rayo de Sandoval. El equipo asentado en el barrio de Vallecas viene dejando constancia de estar bien trabajado, sabe moverse por la categoría y no renuncia a ganar nunca. Sus recientes actuaciones ante el Zaragoza y el Getafe son un buen ejemplo de ello.