Hay todavía objetivos por los que luchar. En realidad, al Valencia le quedan dos importantes metas en el próximo trimestre. La primera: certificar su posición en la liga. La consolidación de la tercera plaza exige un mínimo de regularidad. Además, el calendario reserva algunos choques directos ante los rivales más cualificados, el Sevilla, sin ir más lejos el próximo domingo en los que va a ser necesario ofrecer un plus. El frente europeo obliga también a dar el do de pecho, se trata de la segunda apuesta, la única que puede deparar la lucha por un título y la presencia en una final. Palabras mayores. Comprendo la desazón que reina en el ambiente después de un varapalo tan severo como el sufrido en Barcelona, el ánimo de la afición se resiente y la confianza se evapora. Sin embargo, la fortaleza de un equipo se demuestra con su inmediata capacidad de respuesta. En cuatro días, el Valencia comparece dos veces en Mestalla para certificar su pase a los octavos del torneo continental y para mantener las distancias con un rival que aún sueña con desbancar a los de Unai Emery.

Jornada particular

Ya no se puede hablar de horario intempestivo visto cómo se desarrolla cada jornada de la liga. Pero, desde luego, no estamos acostumbrados a un choque entre semana a media tarde. Hace diez años se estableció un precedente, entonces hubo que acomodar un partido con el Servette suizo de la Copa de la UEFA a las seis de la tarde de un martes para evitar que el Valencia dispusiera de un mínimo de tiempo ante el siguiente compromiso liguero —era ante el Barça— y no hubo otra solución. Aquel día, las gradas de Mestalla se llenaron de niños, mientras el equipo de Benítez se imponía con comodidad en el marcador. Cuatro días después, los valencianistas batían a los blaugrana y daban un paso de gigante para la conquista del título. Eran otros tiempos.

Efecto llamada

Pese a algunas visiones agoreras, se va a registrar mejor ambiente en las gradas ante el Stoke City que en las recientes visitas del Manchester United y del Chelsea en la Champions. No hay misterio, si las cosas se hacen bien desde el club, se desarrolla con tiempo una planificación adecuada, la gente responde, así de sencillo. La hinchada está harta de pasar por taquilla. Esa inercia ha quedado desfasada, pertenece al pasado. El efecto llamada funciona pese al escaso bagaje del oponente, la menor relevancia del torneo y un horario incómodo. Creo que Manolo Llorente ya se ha dado cuenta ante una evidencia tan contumaz. Más vale tarde que nunca.

El guante

Desde el cariño personal y el respeto profesional que le profeso después de muchos años compartidos, me asombra el empeño de Tito Bau por no dar su brazo a torcer en una polémica tan absurda. No se puede descalificar un torneo europeo de manera gratuita cuando participan equipos que han sido y son santo y seña en el Viejo Continente. Con argumentos peregrinos, Bau me recuerda a algunos cronistas madrileños que siempre se mostraron despectivos con algunos éxitos europeos del Valencia y de otros clubes españoles (excepto el Real Madrid, claro), por ejemplo con las gestas de la Copa de Ferias a principios de los sesenta. Los términos ilusión y ambición generan en el fútbol demasiada demagogia, así que conviene administrar su uso para evitar interpretaciones erróneas. Recojo el guante, querido Vicente, y te lo devuelvo con un claro mensaje: la Europa League (con mayúsculas) adquiere valor y trascendencia porque en ella está el Valencia y los grandes equipos están siempre obligados a luchar al máximo por ganar, dónde sea y contra quien sea.