Al Valencia se le ha faltado al respeto de forma grave. El fichaje de varios niños de la escuela de Paterna constituye un atentado inadmisible a la institución valencianista y, al mismo tiempo, supone una muestra de debilidad de las estructuras del club de Mestalla. Resulta intolerable que entre dos clubes de primer nivel —ambos están clasificados para la próxima edición de la Liga de Campeones, se midieron en las semifinales coperas y en la liga terminaron segundo y tercero, en definitiva, comparten el mismo escalafón pese a las enormes diferencias presupuestarias que les separan— se produzcan estos expolios con niños que juegan en categoría alevín. Las explicaciones dadas por el presidente del Barça le delatan y suponen una muestra de hipocresía. Rosell ha quedado en entredicho y ha mostrado, con sus palabras, un ninguneo ofensivo hacia el Valencia. Este asunto enseña de nuevo las miserias del fútbol español. Los presidentes de los clubes de primera división son los primeros en incumplir los pactos —me niego a calificarlos de caballeros a tenor de los hechos— y con estas maniobras en la que demuestran que el fin justifica todos los medios.

Demasiadas afrentas

El fondo del asunto resulta de lo más preocupante porque el Barcelona se considera legitimado para saquear la cantera de un club como el Valencia sin que le tiemble el pulso y sin sentir el más mínimo reparo. Lo triste es el menosprecio al que somete a una entidad como la valencianista, y lo penoso es la sensación de indefensión que se transmite desde Mestalla. Unas declaraciones de cara a la galería y poco más. Se echa de menos una réplica contundente. El valencianismo lleva tragando contra su voluntad demasiadas afrentas en los últimos tiempos, como la marcha obligada de sus grandes figuras por imperativos financieros, pero que le arrebaten a tiernas promesas no entra en su ánimo y colma el vaso de la paciencia, la indignación de muchos aficionados estás más que justificada.

Papás y profesionales

No entro a valorar situaciones personales de las familias ni a cuestionar los sueños de lechera de algunos padres. La realidad es que a tan temprana edad, un niño se halla en período formativo y la probabilidad de convertirse en futbolista depende de múltiples factores aleatorios. Lo triste es que su entorno familiar y su ámbito de crecimiento desaparecen por los cantos de sirena y por el afán lucrativo de algunos intermediarios, entre ellos algunos que trabajan para el Valencia y contra el Valencia. Esa bandera de conveniencia que enarbolan en lo más alto del palo mayor deberían arriarla, porque no se puede estar en todas las tajadas y al final se les está viendo demasiado el plumero. Igual te montan giras que se llevan a algunos de tus niños a La Masia.

Bueno, bonito y justo

Jordi Alba recalará en el Barça. Nada que oponer. El jugador se quiere marchar, el Valencia está obligado a vender, pero no a cualquier precio. Por muchas razones se ha de exigir el precio justo. Siempre me han dicho que Llorente es un duro negociador, que aprieta al máximo las tuercas y que sabe resistir con entereza los envites de la otra parte. Ahora, dispone de una magnífica oportunidad para acreditar esa fama. Los intereses legítimos del Valencia se defienden en estas situaciones y exigen de su presidente una muestra de personalidad y de firmeza.