El día después (Canal +) era un buen programa de fútbol y ahora es un aceptable programa de variedades. No quisiera parecerme al abuelo Cebolleta más de la cuenta, pero todos esos larguísimos publirreportajes acerca de un personaje que se dedica a hacer el chorras en la grada del Calderón o del Sánchez Pizjuán me importan tan poco como a Tony Soprano la ética formal de Kant. Estoy harto de juegos de palabras con las declaraciones de los entrenadores (vale, Unay Emery repite muchas veces «propuesta», ¿y qué?) y de juegos de imágenes con el banquillo del Real Madrid (vale, Marcelo es muy gracioso, ¿y qué?). Los resúmenes de los partidos parecen obra de un seguidor del movimiento ´Dogma´ de LarsVon Trier, la insistencia en pulsar la opinión de los aficionados de a pie es grimosa, que un futbolista se toque el pelo cuatrocientas veces en un partido es irrelevante y lo que el ojo no ve es, muchas veces, porque no hace falta que se vea. Sin embargo, en ´El día después´ emitido el pasado lunes vimos algo que merece la pena comentar.

En el partido Osasuna-Villarreal, tres seguidores de Osasuna (que no del fútbol) se dedicaron a gritar estupideces y golpear todo lo que no se movía cada vez que su equipo recibía un gol. Delante de estos energúmenos, dos apacibles seguidores del Villarreal (y del fútbol) soportaron con paciencia tibetana los insultos de los imbéciles que se agitaban de forma simiesca a sus espaldas y los intentos de uno de ellos, el más paleto, de provocar una pelea imitando (por supuesto, sin saberlo) a Robert De Niro en ´Taxi driver´: «¿Me estás hablando a mí?».

El acceso a un estadio de fútbol es libre, pero no estaría mal obligar a unos cuantos a pasar un examen de futbolería y de saber estar en la grada. Y si se descubre, gracias a un programa de televisión, que tres descerebrados se pasaron un partido entero golpeando las sillas y molestando a dos seguidores del equipo contrario y de las ideas de Gandhi, se les debería expulsar del fútbol hasta que demostraran haber entendido que este deporte no tiene nada que ver con sus frustraciones, con su pésima educación, con su infinita ignorancia acerca de lo que significa un partido y con la insuperable fealdad de su lenguaje corporal y sus gritos de odio. Seguro que los tres orcos que aparentaban ser aficionados de Osasuna están muy orgullosos de su comportamiento, y presumirán en su reino de Mordor particular de la atención que les prestó un programa tan prestigioso como ´El día después´. Allá ellos y los amigotes que les ríen las gracias. Pero los futboleros de verdad tenemos que dar un paso al frente y no permitir que el fútbol acabe en manos de los orcos. Si un aficionado del Villarreal no puede sentarse en la grada del El Sadar sin que le insulten y acosen, el fútbol no merece la pena.

Decía Robert L. Stevenson que, si lo deseas, puedes leer a Kant tú solo, pero una broma tienes que compartirla con alguien más. Donde Stevenson dice «broma», nosotros podemos decir «fútbol». Tiene razón Fernando Savater cuando señala que una película de los Hermanos Marx tiene que ser vista en compañía, para así disfrutarla mejor. Y un partido de fútbol, lo mismo. Es mejor poder comentar un chiste de Groucho y una jugada de Messi con alguien más que con nuestro propio mecanismo interior. Pero para eso es necesario que a ese «alguien más» le gusten las películas de los Hermanos Marx y le guste el fútbol. Lo que ocurre es que a los que no les gusta Groucho, ni Chico, ni Harpo, ni el resto de los Marx, no ven sus películas, mientras que el fútbol está lleno de tipos a los que no les gusta el fútbol, sino la tontería, el insulto, las ganas de llamar la atención haciendo el imbécil, la chulería egocéntrica y el patológico placer de intimidar al otro.

El patético exhibicionismo de los tres orcos que se decían osasunistas y su intento neonazi de intimidar a un señor que iba vestido de amarillo son el peor de los venenos para el fútbol. Imposible disfrutar de un partido de fútbol con unos tipos así a tu lado. Si no os gusta Groucho, no veáis ´Sopa de ganso´. Y si no os gusta el fútbol, no vayáis al fútbol.

¿Que si te estoy hablando a ti? Claro. Por supuesto. Te estoy hablando a ti.