El 9 de noviembre, día de su santo, el Supergranota se marchó con la expedición levantinista a Bilbao a presenciar en directo el debut del Levante en la Nueva Catedral del fútbol, en el ´Nuevo San Mamés´. Salió tempranito de Requena, donde reside, y en el camino hacia el aeropuerto pasó a las nueve de la mañana por Cheste. Contempló una cola de varios kilómetros queriendo llegar al circuito motero y se preguntó por que a él no le gustan los deportes de motor. Ni los autos ni las motos le complacen y desconoce la razón. Reflexionándolo no sintió deseo alguno de cambiar y siguió su camino.

Regalo

En la espera antes de subir al avión en Manises el Supergranota le regaló a Joaquín Caparrós sus libros del centenario, ´Levante, del Udelage al nuevo milenio´ y ´Memorias de un granota´. El entrenador le mostró su agradecimiento por el detalle esperando que los leyera y le gustaran.

Volando a la ida

Sentado un rato después en el avión al lado de David Rodríguez, de Superdeporte, y cerca de Quico Catalán, de Paco Fenollosa, de Alberto Gil, de Joaquín Caparrós, de Pepe y Rosa, entrañables padres de Rubén García, y del grupo de viajeros que formaban jugadores, técnicos, médicos, utilleros y periodistas entró en la inquietud del ´prepartido´ a celebrar en el Nuevo San Mamés. Se le aparecía la furia bilbaína como un peligro acechante que le producía desasosiego pero pudo quitarla de su mente gracias al exquisito trato recibido por parte de las azafatas del avión que demostraron ser la amabilidad en persona. «¿Otra cervecita, caballero?», le preguntaban y el Supergranota contestaba que sí.

Llegada al hotel

En Bilbao llovía cuando llegó el Levante al aeropuerto de ´La Paloma´ llamado así por su diseño semejante al de un ave iniciando el vuelo. Trasladados al hotel, mientras unos y otros de la expedición trajinaban dedicados a sus quehaceres, el Supergranota se sentó en una mesa a resolver sudokus y crucigramas con una cerveza. Desde su asiento fue testigo de gente bilbaína que acudía a saludar con cariño a Joaquín Caparrós, que hizo historia positiva como entrenador del Athletic.

Jorge Barrie

Al cabo de un rato vivió una gran alegría cuando se presentó en el hotel su gran amigo Jorge Barrie, bilbaíno y exportero del Levante de 1976 a 1983, acompañado de su esposa Cristina. A los abrazos iniciales siguieron los recuerdos: el Supergranota recordó «estaba con mi mujer María José en vuestra casa para conocer a vuestra niña recién nacida. Era el 23 de febrero de 1981 y al escuchar por la radio el bando del capitán general Milans de Bosch nos fuimos pitando a nuestra casa». «Sí, claro que nos acordamos, Salva», le dijo Barrie. Estuvieron un rato de entretenida tertulia con Paco Fenollosa tomando cervezas y quedaron para ir por la tarde al partido juntos.

Tranquilidad

El ambiente lluvioso decidió que el Supergranota no saliera del hotel para comer. Lo hizo en el restaurante del mismo hotel, muy bien por cierto, y luego se acomodó en un sillón del salón principal a tomar café y copa de Mascarós viendo en la tele al Real Madrid contra la Real Sociedad. Casi se duerme por la falta de interés del partido con un triunfo local decidido ya en la primera parte.

Manolo Peris

Antes de que empezara la segunda sesión futbolera en la tele entre el Getafe y el Elche llegaron al salón donde estaba el Supergranota su amigo Manolo Peris con su pareja María José. Habían venido a Bilbao haciendo escala en Madrid para ver a su Levante. Todo un ejemplo de pasión granota. Charlaron animadamente de temas futboleros y lamentaron la ausencia de seguidores levantinistas ese día en Bilbao. «Van pocos esta temporada a los desplazamientos», apuntó el Supergranota. «¿Te acuerdas cuando fuimos 3.000 al Santiago Bernabéu a finales de 2004?. Tengo muchas ganas de que la afición se vuelva a animar a viajar siguiendo al Levante», apuntó Manolo Peris.

Entrada a San Mamés

Al Supergranota le habían advertido de la necesidad de llevar corbata para acceder al palco VIP del Nuevo San Mamés, un campo sin terminar todavía pero coqueto y digno de un equipo como el histórico Athletic, con su espectacular anillo de palcos y su gran luminosidad. A unas lindas azafatas, se parecían a las del avión, que estaban en un mostrador antes de entrar a la zona del palco les pidió una corbata para el partido. Con una sonrisa se la dieron, el Supergranota se la puso y les prometió que no se olvidaría de devolverla.

En el palco VIP

En el acogedor bar del palco VIP se reunió de nuevo con Jorge Barrie que iba con un amigo alcoyano, Rafael Martínez Jordá, una persona estupenda. Desde hace 35 años vive en Bilbao, es catedrático de dermatología, es levantinista y conversar con él es una delicia. Estando allí vieron al mítico Iribar y Barrie le pidió una foto juntos. El Supergranota le dijo a Iribar que se acordaba del gol que le marcó Pons ´El Cordobés´ el primero del Levante en San Mamés en 1965. Iribar apuntó «¡qué buena memoria». El Supergranota posó con ambos porteros tremendamente feliz. Durante el partido comprobó las acertadas opiniones del amigo Martínez Jordá sobre lo que estaba sucediendo. Viendo en los monitores del palco las jugadas repetidas se lamentó del tremendo error arbitral al no pitar el claro penalti que le hizo el portero local a Rubén García. «Hubiera determinado el partido», afirmó, «el Athletic con uno menos y el resultado en contra».

Volando a la vuelta

El Supergranota estuvo con los padres de Rubén García cuando acabó el encuentro esperando el autocar que les llevaba al aeropuerto. Se quejaban del arbitraje. «El Athletic suele tener buen trato arbitral, no es una novedad lo de hoy», les dijo el Supergranota. Cuando llegaron los periodistas que habían mandado sus crónicas con la mayor rapidez posible el autocar arrancó hacia el aeropuerto que cerraba a las doce y ya eran pasadas las once. En él todo fue veloz. Desde el control de la policía, la recogida de las tarjetas de embarque y el viaje de vuelta que duró casi un cuarto de hora menos que el de ida. El Supergranota se despidió de sus compañeros de vuelo al llegar a Valencia con un «todo ha ido muy bien menos el resultado». Y pensando en el día de su santo que ya se había acabado se marchó al parking a recoger el coche para ir a su casa de Requena.