Albert Dominique Ebossé Badjongo Dika se llamaba. Era un joven jugador de 24 años, máximo goleador del campeonato de liga de Argelia en la temporada pasada 2013/2014. Un futbolista camerunés que había llegado tarde al profesionalismo pero que en apenas tres años, desde el Douala AC de su país donde marcó 9 goles en 10 partidos, salió hacia Malasia, donde dio buena cuenta de otros 11 goles en 16 partidos y, en esa vorágine de goles y urgencias por llegar a lo máximo, marcó 16 goles que le convirtieron en el Pichichi de esa liga magrebí.

Tenía prisas por llegar, al ver que muchos de sus compañeros salían antes y a mejores campeonatos. Soñaba con llegar a Europa, Eldorado de tantos africanos, futbolistas o no, pero solo lo ha hecho a través de la prensa.

Y es que Albert Ebossé, como se le llamaba en el campo, no dará ninguna patada más al balón, ni lo llevará a las redes para gritar otro gol. Se ha callado para siempre su voz, arrebatada por unos salvajes de su propio equipo.

El JS Kabylie, el equipo de la segunda ciudad bereber más importante de Argelia, ha sido su lugar de eclosión el año pasado y su tumba. Murió, en efecto, en el campo, pero no como otros atletas por un corazón demasiado grande, sino porque unos energúmenos homicidas le han segado su regateo hacia la portería y le han dejado noqueado para la eternidad cuando tornaba hacia los vestuarios con sus demás compañeros.

Éstos, más hábiles y, sin duda, con más suerte, solo recibieron pedradas que les causaron heridas pero Albert recibió una en la cabeza que le dejó en el suelo del campo en el que no solo había tenidos sus mejores tardes sino en el que acababa de marcar su último gol.

Así es, el JS Kabylie había perdido por 2 a 1 en casa contra el enemigo histórica del USM Alger, los de la gran capital árabe, y adversario no solo deportivo sino político de la región ´kabyle´, los bereberes que vivían ahí antes de la invasión árabe y que tienen no solo una lengua sino un alfabeto distinto. Ni los siglos de sometimiento han podido con ellos.

Pero, la guerra no puede estar en el campo de juego y el pobre Albert murió en su campo, el llamado ´Estadio 1 de noviembre del 54´, fecha clave en la historia argelina ya que es la fecha de la proclamación pública, del anuncio al pueblo de la creación del famoso FLN, el Frente de Liberación Nacional de Argelia, quien causaría pérdidas tremendas al ejército colonial francés y que, hastiada la opinión pública gala de una guerra de guerrillas que se antojaba imposible de ganar, dejó a sus departamentos franceses de Argelia libres. Y es que Argelia era más que una colonia, y sí uno de los pocos territorios administrativamente franceses a pesar de estar en otro continente.

¿Qué pensarán, dónde se encuentren, los fundadores del FLN, quienes lucharon por la libertad de todos los argelinos, al ver que su campo de fútbol era desgraciado para siempre por los asesinos de Albert?

Es una trágica coincidencia que un lugar que lucha por su libertad, Kabylia, y un estadio denominado con la fecha de otro sueño de libertad, haya traído la muerte absurda de un futbolista que era el mejor de su equipo y fue quien marcó contra los adversarios de la capital en ese trágico día.

¿Qué nos espera ahora? ¿Cuál será el próximo paso en esas guerrillas denigrantes en las que se embarcan los pseudo-aficionados de unos u otros equipos? Pensaba que con las últimas tragedias del fútbol se iban a calmar esas hordas de desquiciados fanáticos que vierten su hiel en nuestro querido fútbol.

La Federación argelina ha decidido cerrar indefinidamente el campo del JS Kabylie, algo que como jurista me repugna, porque no está contemplado en los reglamentos disciplinarios, pero como aficionado y ser humano me reconforta. Es cierto que no deben pagar justos por pecadores y que la gran mayoría de los espectadores no lanzaron piedras pero a veces se tienen que tomar medidas impopulares para salvaguardar el bien común. No nos gusta desnudarnos casi al pasar por los arcos del aeropuerto, pero ya nos hemos acostumbrado porque sabemos que es necesario. Ahora también habrá que acostumbrarse en Tizi Wezzu, la ciudad del JS, a no ver fútbol, aunque legalmente la federación no tenga razón.

Pero se la doy, como también el que, en un gesto importante, haya suspendido la liga este fin de semana -29 y 30 de agosto-. No puede haber fútbol y digo más, quizá en un exceso de pasión, se debería haber suspendido en todo el mundo. Si nos acostumbramos y dejamos que pasen sin más estos actos, no nos sorprendamos que vuelvan a acaecer, quizá empeorándolos.

Los 100.000 dólares que la propia federación ha otorgado a la familia de Albert Ebossé, más lo que el club le va a abonar „el resto de su contrato„ y el mes de salario que cada compañero suyo también le entregará, son un consuelo fugaz y material, que no aplacará los lloros de sus más cercanos.

Parece que incluso puede haber sanciones más fuertes de hasta la expulsión de toda competición y hay voces en la propia Tizi Wezzu que piden que el club se auto-elimine y pida apartarse de la liga.

Pero el derecho ya tiene poco que ver en esto y solo espero, con el corazón encogido, que reflexionemos, y de ahí mi titular.