Granada marca el final de un camino. La efervescencia del cambio social en el seno del Valencia, al que la providencia quiso acompañar con un inicio de temporada rutilante de su equipo de fútbol, ha nublado demasiados entendimientos, concedido demasiadas patentes de corso y degenerado en una situación que comienza a ser alarmante. Se confirmó anoche, de manera quizás demasiado cruel, la imprudencia con la que algunos alimentamos la esperanza del cambio verdadero. Ya no se trata ni de Lims ni de Salvos, ni de falsas esperanzas con las que volver a engañar a una afición que da bastante más de lo que recibe. La vulgaridad demostrada por el Valencia en Granada merece poner una raya y empezar a tomar medidas.

Sin planteamiento

Señalado como nunca, Nuno. Su planteamiento del encuentro no pudo ser más desafortunado. Ante un Granada bronco, casi tan desagradable como el tener que presenciar una y otra vez el chicle mascado en la boca abierta de su entrenador, el Valencia jamás supo a qué ni cómo jugar. Nadie sabe todavía dónde puso la línea de presión al rival, hasta el punto que en más de una ocasión se vio cómo unos futbolistas corrían a realizarla mientras otros volvían a su retaguardia para defender no se sabe exactamente a quién. La delirante apuesta del portugués por un supuesto juego de bandas terminó en el momento en que anunció a la plantilla que por un lado iba a alinear a Rodrigo y por el otro a Feghouli. Más de lo mismo en un ejercicio de insustancialidad que exaspera al más pintado. Cuesta pensar en un futbolista que en época reciente haya hecho menos por tener un sitio permanente en el once del Valencia que Rodrigo, al que su entrenador está haciendo un flaquísimo favor que, de postre, le deja en evidencia ante la plantilla y el valencianismo al completo. Sean o no favores que salda con su representante o con quien le ofreció el banquillo de Mestalla, parece que la broma debe acabarse aquí. Si él no se da cuenta, que alguien se lo señale. En cuanto al argelino, pocas veces había tenido uno tantas ganas de que se concentrasen las selecciones africanas para su campeonato continental. Sólo así, parece, acabará el flagelo.

No era Parejo

Quienes, de postre, de verdad eran tan inocentes como para pensar que los problemas del equipo se reducían a la presencia o no de Parejo van a tener que buscar nuevas excusas. El desplome de anoche no es sino la culminación de lo que llevamos viendo hace ya demasiado tiempo y no depende ya de la aportación de este o aquel futbolista. El equipo no funciona. No lo hace como conjunto, pues ha dejado de tener señas de identidad, ni lo hace casi ninguno de sus componentes. Apenas los centrales y André Gomes han sido capaces de mantener el nivel que exhibieron al principio de temporada, sin que, en general, ello haya tenido consecuencia alguna. Sólo Piatti y Alcácer han pasado a un segundo término. Lo de Alcácer de manera más o menos razonable en virtud de la llegada de Negredo y lo de Piatti para apostar por Feghouli, perdiendo con ello al único integrante de la plantilla que, dentro de sus muchas limitaciones, ha sido capaz de poner un balón decente desde más de dos metros de distancia en el área rival. Las rotaciones han terminado ahí, desacreditando de un plumazo el cacareado nivel del plantel y el talante motivador de un entrenador sumido en el delirio permanente.

¿Y la Champions?

Sólo había que ver la cara de los asistentes de Nuno en el banquillo de Los Cármentes para palpar hasta qué punto el cuerpo técnico está desorientado. Su falta de reacción ante lo que acontecía en el campo esté acaso ligada a su impericia o, lo que sería más preocupante, a que de verdad no crea que lo pueda hacer mejor. Si lo que nos está ofreciendo es lo único que tiene, si vamos a tener que seguir viendo a los mismos hacer exactamente lo que hicieron en el partido anterior, lo mejor es ir abriendo paso a la idea de que la temporada nos ha durado cinco partidos. Los que necesitó Salvo para allanarle el camino a Lim, los que bastaron a la afición para lanzarse a degüello en pos de la ilusión. Catorce jornadas y ya son once puntos los que separan al Valencia del líder. Cuatro los que le distancian de Champions. Por no hablar de lo cerca que está el Málaga . Un escenario ideal para que Espírito Santo siga convencido de que es un fenómeno.