SI los abuelos (e incluyo en este apartado de aficionados a todo aquel que tenga más de cuarenta años, que es la edad entre la nostalgia y la pitopausia) hubiéramos podido el sábado insertar nuestras mentes en los caparazones de los jugadores che y vestir las camisetas blanquinegras, jamás nos habrían marcado un gol a los cincuenta y cinco segundos. Y ello porque nos han metido ese gol muchas veces en nuestras vidas en partidos importantes.

Fue el inicio del fin del partido, y el resultado pudo ser peor, en el sentido de que, tal y como el Barça juega ahora (si en vez de Luis Enrique el entrenador que plantea los partidos así fuera Mourinho, le pondrían fino filipino) la cosa tenía pinta de que nos acabaran metiendo el segundo a la contra antes de lo que ocurrió. Era difícil ganar dos años seguidos en el Camp Nou, pero tenía que haber ocurrido así. Jugamos como nunca. Pero la explicación a la derrota es fácil: aún estamos verdes.

Gravedad

Pon en la operación matemática los siguientes factores: son las cuatro de la tarde, hace un solecito primaveral embriagador, la gente aún no se ha acabado de sentar, estamos en la primera jugada del partido al borde del área rival y podemos decir que es casi una ocasión de gol a favor. Nos la roban y estamos todavía asentando las líneas, que están algo separadas. Balón al trote en profundidad a Messi que le gana la espalda a Orban con una facilidad pasmosa y previsible. Orban se cosca de ello, recula y embiste precipitadamente al tipo con el centro de gravedad más bajo desde Maradona. Todo el mundo sabe que si intentas tirar al suelo a Leo empujándole, su culo es el que se mantiene vertical y el que cae de culo eres tú. A ello le sumas un cruce entre líneas con Suárez, el mejor delantero del mundo, digan lo que digan€ y el resultado es: chufo. Sencillo, suave, sin épica, sin aspavientos. Simplemente gol. Nos faltó experiencia, sí, es nuestro pecado de juventud como equipo. Pero a diferencia de muchos jóvenes tenemos algo: personalidad aplastante. De ahí el repaso de la primera parte del encuentro.

Lección

El Valencia CF ni siquiera dudó en la fuerte convicción de que podían ganar al Barça. Ahí el equipo dio una lección de moral y clase a los abuelos que, con los ojos entornados, empezábamos a intuir que la cosa tenía mala pinta. El equipo se encargó de mostrar al mundo el camino que a partir de ahora este escudo va a surcar: Otamendi, Mustafi, Gomes, Fuego, Alcácer y muy especialmente Feghouli nos dieron una lección de fe€ ¡y de fútbol! Quizá Parejo estuvo excepcionalmente más desdibujado, y desde luego el penalti fallido no le ayudó a capitanear a las huestes como corresponde a un general con sus galones. Mención aparte merece Rodrigo, un tipo que tiene cualidades pero a estas alturas del curso todavía no sabe cómo canalizarlas. Es como un diamante en bruto, pero pasan las jornadas y no acaba de tallarse. Tiene el arma más potente pero no controla la puntería. Fue un puñal y no debe desesperarse, tenemos que tener todos paciencia. El primero, él mismo. Pero convendría un apartado con él para tantear qué pasa por su mente. Le necesitamos ya.

Justicia

Pues aquí estamos, cuartos por los pelos. Desde que dijimos que quedaban diez finales llevamos una sola victoria, dos empates que saben a derrota y una ídem. Así no nos van a salir las cuentas. Nos queda Granada el lunes que viene (¡espera desesperante! valga el oxímoron), Rayo, Eibar, Real Madrid, Celta y Almería, es decir: exactamente los mismos rivales que el Sevilla, de quien los vamos recogiendo como un coche escoba, y a quien en la última jornada le toca el Málaga. Este análisis debe servirnos para dejarnos una cosa clara: si nos estamos enfrentando a los mismos que nuestro principal rival por el cuarto puesto (e independientemente de lo que haga el Atleti) debe quedar claro que la Liga es la competición más justa del mundo. Y lo cierto es que los de Emery ganaron a Villarreal, Athletic Club y empataron con el Barça. La Liga te coloca donde mereces estar. Ni más ni menos. Si seguimos este ritmo, los sevillistas nos volverán a tocar los bemoles.

Exámenes

Llega el final de curso. Equiparando el fútbol a la escuela, el Valencia CF es un estudiante inteligente y con mimbres para sacar sobresaliente. Sólo necesita constancia y una dosis de astucia, de verlas venir, de saber qué temas son imprescindibles y van a caer seguro y cuáles son menos relevantes. Hemos gastado todos los comodines de que disponíamos, no tenemos margen para un suspenso más. Y todo lo que no sea ganar se considerará como tal. No basta sólo con dedicarle horas a estudiar, que desde luego es imprescindible. Hay que estudiar con una técnica concreta. No vale con sentarse ahí a mirar las musarañas. Hay que moldear el tiempo. Pero también hay otros factores: hay que conocer a los profesores, hay que intuir lo que van a pensar y cómo nos ven a nosotros, a quién caemos mejor y a quién peor. Esto es la selva. Parafraseando a Héctor Cúper sobre Ilie, no podemos desperdiciar el talento: hay que ganar. Y para eso hay que marcar.