No fue el regreso a la élite europea que soñábamos. Ni siquiera se acercó al que sospechábamos. Vivió Valencia una noche triste, seguramente demasiado cruel y sin duda alguna definitoria del momento que vive su primer club de fútbol. En un Mestalla medio vacío, el Zenit de San Petersburgo, al que algunos discutían su condición de cabeza de serie de este grupo, se puso bien pronto por delante en el marcador y desnudó las carencias de un Valencia que intentó reaccionar pero no supo cómo y que en ningún caso mereció mejor suerte que la que corrió. El día que la ilusión regresaba al valencianismo, su equipo no ofreció más que unas cuantas carreras, tarde y mal, y las gotas de calidad de un André Gomes que parece provenir de un planeta distinto al de sus compañeros. Eso y síntomas que llevan a la preocupación.

Sp. de San Petersburgo

Optó Nuno por repetir el once de Gijón. Y por ahí empezaron los problemas porque, como se vio bien pronto, el Zenit no es el Sporting. Ni el Rayo, ni el Deportivo. Con todo, salió el Valencia en tromba. En el minuto dos, Cancelo disparó de lejos. El portero ruso, seguramente el peor de cuantos han pisado Mestalla desde que se construyó, dejó pasar el balón que acabó en el palo. Sus compañeros casi se lo comen con la mirada. Los despropósitos del tal Lodygin no habían hecho sino comenzar. Lo mismo que la pesadilla para el Valencia. En el minuto 8, Danny recorre medio campo sin oposición alguna y abre para Hulk. Cancelo, tan buen atacante como pésimo defensa, opta por la contemplación del fusilamiento de Jaume. Quizás el mejor Cañizares habría repelido esa pelota. Sólo quizás. El golpe fue demoledor. El Valencia no volvió a rematar a puerta hasta el minuto 42. Como si nada le fuera en el envite, deambuló por el campo a un ritmo tan lento como exasperante. Masticaba el balón por el centro, penetrando en el embudo que había preparado Villas-Boas, que le robó la cartera a su colega portugués en el planteamiento del encuentro. Las carreritas, pocas y previsibles, de Piatti y Feghouli acababan con sus habituales centros inocentes, que sonaban a música celestial para los centrales rusos. Volvió a no ser el día de Parejo y hasta Pérez se perdía en toques de balón que no iban a ninguna parte. Un desbarajuste que tuvo su colofón con el segundo del Hulk, al borde del descanso. Como si en su vida hubieran visto jugar al brasileño -algo que no hay que descartar- Cancelo y Fuego se lo miran mientras se acomoda el balón en las inmediaciones de la frontal. Uno hasta diría que lo animaban a disparar. Y lo hizo. Estaba lejos, pero tiene un cañón por pierna, como sabe hasta la tía Enriqueta. Doménech, para redondear la faena, se tragó el obús. Era él, probablemente, quien menos merecía ese golpe, pero salió muy malparado. El debate en la portería no ha finalizado.

Otra vez a cambiar

Al descanso, Nuno reconoció su enésimo error y cambió hombres y esquema. Otra vez, sin que sirva de escarmiento alguno. Se quedaron en el vestuario Piatti y Fuego, a los que estos envites quedan muy holgados, y puso en liza a Alcácer y Gomes. Del primero nada se supo, como suele pasar en los partidos importantes. Gomes revolucionó al equipo, que mostró una cara bien distinta. Se benefició de la inopinada ineptitud del portero visitante, que regaló los dos goles -el primero fue de artista circense-, pero cuanto menos dejó alguna pincelada decente, algún detalle que sirva para albergar alguna esperanza de cara a lo por venir. El balón salía de atrás con más rapidez, Gayá volvió a aparecer por el balcón del área, André intimidaba al rival cada vez que encaraba. La desaparición de Feghouli acabó de abrir el camino hacia la remontada, con un Cancelo que percutió una y otra vez con peligro. Alguien, ya puestos, nos explicará algún día por qué este chico es lateral derecho cuando ataca bastante mejor que Feghouli y defiende bastante peor que el Chori Domínguez. Conseguido lo más difícil, llegó, sin embargo, el mazazo. Otro disparo lejano defendido con lasitud, esta vez por un André con el fuelle muy justo, dejó de nuevo dudas sobre Doménech y finiquitó un partido que perdieron entre todos y Hulk acabó rematando.

Hay que reflexionar

Un tropiezo que puede ser antesala del suplicio pero también oportunidad para la reflexión. Primero del club, que no puede castigar a la mejor afición de España obligándola a pasar por caja cuando si el Valencia está donde está es, básicamente, porque su gente lo llevó en volandas jugase bien o mal -las más de las veces bastante mal-. Mestalla no puede volver a presentar esa penosa imagen. Segundo del entrenador, que todavía no se ha dado cuenta de que tiene en su plantilla futbolistas que simplemente no dan el nivel en Europa por mucho que resulten de lo más útiles para meter pierna en Vallecas. Y en última instancia de la afición, que en buena medida estaba convencida de que eso de pasar a octavos era poco menos que pan comido. Y para terminar, uno se sigue preguntando por qué siguen erre que erre Piatti, Rodrigo, Alcácer o Feghouli mientras De Paul ha vuelto a desaparecer. Serán cosas de la estadística.