Que el de Málaga uno de esos partidos que se te ponen de cara, como si nada de lo que pudiera pasar pudiera apartarte de la senda de los tres puntos. Los embolsó el Valencia sin mayores apuros, aunque con escaso lucimiento. Las llamadas de su entrenador al compromiso colectivo sirvieron para que nadie olvidara su cometido, pero no para dar mayor lustre a un conjunto que, a fecha de hoy, tiene poco donde escoger más allá de André Gomes. Su rutilante reaparición marcó las diferencias y fue tan decisiva en el resultado final como las carencias de un Málaga pauperizado hasta el paroxismo, desprovisto a golpe de sobreventas de cualquier atisbo de aquella calidad que hace no mucho hizo de ese club un ejemplo para todos. Se quedan los andaluces en un país de los ciegos del que les será complicadísimo salir, mientras su rival anoche recupera un poco el paso apoyado en su número 21, ese que hay que disfrutar cada día porque pronto levantará el vuelo, aunque nos dirán que no lo hará, camino de ser uno de los grandes del continente.

El golazo

Sucedió todo en el primer tiempo. El Valencia, tan espeso como casi siempre, se activaba únicamente cuando el balón caía en los pies de Gomes. Si Parejo es una brisa imperceptible de noche veraniega, el portugués es el trueno que precede a la tempestad. En un equipo que parece jugar a cámara lenta, André parece un purasangre desbocado. Tan desbocado que nadie es capaz de seguirle el ritmo. Su juego es de otro planeta para sus compañeros. Con todo, el partido empezó a romperse en un regalo visitante. Una falta pésimamente ejecutada por Piatti, que ya ni en eso sobresale, fue desviada por Charles al fondo de su portería. Ya se sabe lo que suele sucederle al perro flaco. Estricta aplicación, además, de la ley del fútbol, que te da mañana lo que hoy te quita. Sabe bien el Valencia lo que es regalar partidos por defender mal los libres directos. A la salida de un córner llegó el segundo. Gomes se hizo con un mal despeje de la zaga rival y marcó un golazo antológico para el que derrochó más potencia de la que Piatti, Feghouli y Mina juntos pueden producir en un año de esfuerzos denodados. Fusiló con la precisión y el coraje que, permítase la licencia, uno no acaba de verles ni a Negredo ni a Alcácer por mucho que se entrenen. No hablemos ya del tercero en discordia, que hasta parece haber acabado con la inagotable paciencia de su entrenador. Tan de cara se ponía la noche que incluso Duda, protagonista de una de las más lamentables actuaciones individuales que se recuerdan en Mestalla, le regaló un penalti, que no fue, a un Jaume que bien haría en dejar los gritos para cuando juega al rugby con sus amigos de Nueva Zelanda. Le pagan para hacer lo que hace, así que el paripé tras la parada está de más. Entre gol, gol y penalti, poca cosa que rescatar del olvido.

El tostonazo

Lo del segundo tiempo fue como para exigir de vuelta el dinero de la entrada. Desaparecido Gomes, que lleva medio año de calvario, el Valencia se deshizo, hasta el punto que el Málaga pasó a tomar la manija. Pero nunca supo qué hacer con ella. Su fútbol fue de una mediocridad con escaso precedente, que además iba a mayores a medida que su entrenador introducía futbolistas todavía peores que los que ya habían dado un recital de desaciertos. Lo raro no es que sean el equipo menos goleador de la Liga sino que no estén ya matemáticamente descendidos. Enfrente, los locales encadenaban la consiguiente colección de despropósitos. Señalado por la afición, Parejo. El capitán sigue siendo una sombra del que hemos conocido. Se escudaba el otro día en la estadística que lo sitúa como uno de los futbolistas que más metros recorre de su equipo para justificar lo injustificable. Lleva toda la temporada jugando al ritmo de una abuela, que en una hora y media de paseo ligerito puede recorrer lo mismo que Javi Fuego en un partido, para que nos hagamos una idea de lo que corre un futbolista de primera división. La diferencia la marca la velocidad a la que se ejecutan las acciones y ahí Parejo sale gravemente perjudicado. Gomes vuela mientras Parejo dormita. Y el Valencia no sale del atasco. Y la afición pide otro medio centro organizador, que desde luego no haría falta si Dani se pone de una vez las pilas.

El delantero

Por ahí delante, más de lo mismo. Alcácer no recibió muchos balones, pero los pocos que tuvo en franquicia no los aprovechó. Además, la defensa le ganó en velocidad en alguna ocasión en la que, de haberla tenido, podría haber sacado ventaja. Sus dos compañeros de ataque, en su línea habitual. Mina tuvo algún detalle, pero volvió a quedar claro que su salto al Valencia ha sido tan precipitado como exagerado en precio. Su sitio, de momento, está más en el Mestalla que intentando poner remedio a la sequía de los nueves. Entre tanto, De Paul fue visto por la grada con una garrafa de esa bebida argentina que se lleva a todas partes. A este paso va a poder ahogarse en ella. Igual que su amigo Negredo, que ha caído tan abajo que ya ni se le echa de menos. Tres puntos y a la ducha.

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