La liga belga, para que nos entendamos, tiene el nivel medio de nuestra segunda división, siendo muy generosos con flamencos y valones. No hay un solo futbolista belga que haga tres partidos decentes y no firme un contrato con un club extranjero, entre China y el Reino Unido en función de sus habilidades. Estos buenos chicos que anoche corretearon por Mestalla a duras penas mantendrían la categoría en nuestra Liga y su presencia en Champions va a ser tan efímera como testimonial. Son la cenicienta del grupo y nunca un Valencia como mandan los cánones debería tener problemas para hacerse con los seis puntos ante un rival así. Pero está visto que este curso aquí hay los mismos cánones que delanteros como manda Dios. Ninguno. Por eso cayeron los tres primeros puntos, pero después de un calvario incomprensible.

Inicio razonable

Y eso que el Valencia disputó una más que aceptable primera mitad. Se vio al equipo con ganas de agradar, refrescado quizás por la lluvia que cayó sin descanso. Dispuestos a presionar el inicio de juego del rival, que no dio una mala patada ni mandó un balón arriba sin ton ni son, consiguieron los locales poner al descubierto las enormes carencias del Gante, incapaz de combinar en espacios cortos. Al poco de empezar ya desaprovechó Mina un mano a mano con el portero belga. Si se aplica lo de Negredo, le espera un tiempo importante en la nevera, o más bien en el congelador si atendemos a lo que vendrá un poco más adelante. Había movilidad en los de casa y Cancelo, el mejor en ataque una vez más, entraba como un rayo y sin oposición por su zona, en clara demostración de que el supuesto lumbreras que entrena a los belgas no ha visto un solo partido del lateral portugués. En un servicio repleto de veneno llegó el primer gol del Valencia, que Feghouli no tuvo más que empujar -por fortuna-. El Gante, que no había empezado bien, se vino un poco más abajo. Intentaba salir tocando, muy al estilo del Rayo de Jémez, pero no daba una a derechas. Las ocasiones en su portería se fueron sucediendo. Parejo, Santos y sobre todo Alcácer, ¡ay Paco!, tuvieron opciones muy evidentes de gol. Las desaprovecharon. Y entonces sucedió lo que nadie, ni el más optimista de los belgas sin camiseta que bailaba bajo la lluvia en la grada visitante, podía esperar. Primera llegada al área de los tipos con Toro Sentado en el pecho y chicharro descomunal de su lateral derecho. Retratado en la acción, Mina. Ausente en defensa todo el partido para desesperación de Gayà, se quiso lucir en el despeje y puso a su equipo en un serio aprieto. Hay quien no se ha enterado que esto es Valencia y estamos en Champions.

Hundimiento habitual

El Valencia, y no es novedad, empezó a hacer aguas tras el varapalo. Una clarísima ocasión, al poco de reiniciar, marrada por Alcácer , que se marcó un partidito de los que hacen afición, dio paso al hundimiento casi completo. El Gante, zarandeado durante un primer tiempo en el que pareció un equipo de la tercera división canadiense, pasó a dominar el juego. De allí se esfumó todo el que vestía de blanco. El delantero centro visitante, conocidísimo en su barrio natal y cuyo nombre apenas vale la pena recordar, se movía como una anguila por el área de Jaume a pesar de sus casi dos metros de estatura. Mustafi aguantó el tipo, un titán toda la noche. Santos, voluntarioso y poco más. Se esfumaba el partido y un equipo hecho para asentarse en Champions se veía incapaz de robarle el balón al Rayo Vallecano belga. Así que Nuno miró al banquillo, el que él ha confeccionado a base de fichajes de relumbrón y convocatorias por motivos deportivos. De revulsivo, Piatti, lo cual resume bien a las claras la situación a la que ha llevado a la plantilla y lo complicado que pinta el futuro inmediato si no resuelve determinadas situaciones. Tuvo la suerte, que no le suele faltar, de que los laterales le volvieron a resolver la papeleta. Otra vez Cancelo puso un centro que escupió el larguero, Gayà remató en dirección a la línea de banda -así está Gayà, el hombre- con tan buena suerte que un contrario se la metió dentro. Dos carambolas en la misma jugada y protagonizadas ambas por dos defensas. Sólo así se pudo superar al Gante. Y este hombre encantado de haberse conocido. Por no faltar, no faltó ni la parada de costumbre de Jaume después de que Santos se doblara la pierna por tres sitios para no despejar un balón que tenía franco y diáfano.

Ineptitud

Hay, pues, para todos después de lo de anoche. Para los que quieran ver que el equipo recupera sensaciones si atendemos a lo que pasó hasta el gol visitante. Y para quienes no entienden que todo un Valencia tenga que pasar apuros para vencer al Gante. Los unos y los otros, en todo caso, confluyen en un punto: la ineptitud de los delanteros es lacerante. Se quejan cuando no llegan balones y concluyen de forma patética las jugadas cuando se quedan solos, una y otra vez, delante del portero. Paquito, eso sí, sale del campo con una ovación de gala. El fútbol es así, oiga.