Comienza a cansarme el tema Negredo. Me produce un hastío tremendo estar debatiendo sobre un futbolista cuyo mayor argumento es ganar en popularidad a un entrenador cuya osadía este verano está costándole muy cara —ahí midió mal—. Pero debe ser que me he perdido todos los partidos que Negredo ha resuelto entre esta temporada y la anterior. Todos aquellos encuentros en los que el de Vallecas resultó decisivo actuando desde el inicio, o aquellos en los que cambió el signo de las cosas entrando como revulsivo.

Y, o es que me los he perdido, o es que la verdad es que Negredo ni se ha acercado en Valencia al futbolista que fue en el Sevilla y en el City. O puede ser que se esté buscando también en esta decisión del entrenador pasarle factura por todo lo ocurrido este verano. Y miren, yo creo que es esto último. Creo que la torpeza de Nuno a la hora de imponer de manera tiránica su poder omnímodo como amigo del amigo del amigo del propietario fue mayúscula. Pero de ahí a hacer un exámen de cada decisión, de cada alineación y de cada resultado —parece que estamos abocados a eso—, me parece que es perjudicial para el entorno. Si sostuve en su día que los pitos de las primeras jornadas no eran por cuestiones futboleras, en el caso Negredo sostengo la misma idea —se llama ser consecuente con uno mismo—. Hay más ganas al entrenador por Salvo y por Rufete que por el rendimiento que hasta ahora ha dado Negredo. ¿Por qué no levanta la misma polémica que De Paul se quede fuera de las listas o que Barragán —titular indiscutible la temporada anterior— haya desaparecido de los onces? En el caso del lateral ha perdido su sitio ante un futbolista de Meriton y a nadie le parece mal.

Fíjense hasta qué punto estamos todos absorbidos por esta polémica, que llevo más de la mitad de este artículo de opinión redactado y aún no he escrito las palabras Atlético de Madrid. Oiga, que sí. Que hay partido esta noche y no es moco de pavo el asunto. Que precísamente es uno de esos campos y esos rivales ante los cuales vamos a ver qué cuajo tiene este Valencia.

El Calderón es uno de esos partidos para futbolistas que quieren demostrar su jerarquía y para aquellos que pretenden alcanzarla. Partido para jugar con las pinturas de guerra en la cara y el cuchillo entre los dientes. Partido, en definitiva, para medir a un Valencia del que tenemos todos —y digo todos— ahora mismo más dudas que confianzas. Si se gana se disiparán muchas de ellas. Si se pierde, tendremos otra vez semana movidita —en el filo de esa navaja nos movemos—. Aunque el ‘Mono’ Burgos le niegue el saludo a Nuno. Eso ya no cabrea tanto como la temporada pasada...

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