España tiene una de las tasas de fracaso escolar más altas de Europa. Para muchas familias el comienzo de curso se convierte en una carrera de obstáculos para lograr que sus hijos obtengan buena nota al final del mismo.

En verano los propósitos siempre son buenos: «Este año no nos va a pasar lo mismo». Y con esas ilusiones renovadas llegan las primeras clases y, algo después, las primeras evaluaciones.

Aparecen los primeros nubarrones cuando las cosas no marchan como habíamos previsto. Y surgen las dudas y las preguntas: «Pero si este año dijimos que iba a ser distinto».

Lo primero que deberíamos hacer es reflexionar acerca de qué hemos hecho de nuevo durante el último verano para que, verdaderamente, nuestros hijos no repitan malos cursos anteriores. Y a continuación, vista la realidad, pensar en soluciones para intentar reconducir el mal inicio.

La familia levantinista no es ajena a esta problemática que afecta a tantas otras familias españolas. En verano quisimos pensar que esta temporada no nos iba a pasar lo mismo.

A fin de cuentas confiábamos en el mismo conductor que había conseguido guiarnos hasta la permanencia, Lucas Alcaraz. Y ya no llegaban sólo jugadores libres. Ahora éramos capaces de dedicar cerca de dos millones de euros a una sola incorporación, un millón más a otra, etc. Pasadas unas jornadas surgió la incertidumbre sobre lo realizado en época estival, «¿habrá sido suficiente? ¿qué hacemos ahora?».

Y como tantos otros padres recurrimos a lo mismo que ellos, a las clases de refuerzo para ayudar al niño a sacar mejores notas. Clases de refuerzo que llegan en forma de fichajes (nuevo entrenador, Rubi, y nuevos jugadores). Y tampoco, como muchos padres, escatimamos en recursos, «lo que haga falta con tal de salvar el curso».

Y ese «lo que haga falta» se traduce en un hito en el Levante UD, llega la apuesta más arriesgada de nuestra historia. Según nos cuentan las fuentes bien informadas, más de tres millones de euros para la contratación de un joven profesor de clases de refuerzo, Mauricio Cuero.

Espero, y deseo, que se vean correspondidos los esfuerzos económicos realizados con unas buenas notas finales. Todos queremos que nuestro niño granota salve el curso, y que el próximo verano hayamos aprendido para siempre la lección.