La temporada pasada fue en el Pizjuán el primer partido oficial de Nuno Espírito Santo en el banquillo del Valencia CF. Era entonces aquel un equipo renovado en cuanto a nombres e ilusionante en el proyecto. El equipo de Nuno fue mejor pero encajó un gol y sufrió la injusta expulsión de Rodrigo de Paul. Al final una jugada de pelota parada propició que Lucas Orban marcara con el pecho su único gol como valencianista. La conclusión que se sacó en aquel partido fue que el Valencia apuntaba a un equipo duro y rocoso que difícilmente iba a bajar los brazos.

Una visita después al Pizjuán, la ilusión se suicidó —o la mataron— el equipo no se ha renovado pues los fichajes no han demostrado tener sitio en el once salvo lesiones o sanciones, Rodrigo de Paul no cuenta para jugar ni un minuto, Lucas Orban está a punto de marcharse, la pelota parada ha pasado de convertirse en un arma a favor a un problema en contra, y el equipo no es nada competitivo y baja los brazos incluso con el marcador a favor, como el día de Las Palmas.

Es decir, una visita después al Pizjuán no queda nada de lo que había. Sevilla fue el principio del proyecto, y ahora la capital del Nervión aparece en los estertores del final del proyecto. Y esto no quiere decir que si se pierde esta noche ante el Sevilla, Nuno vaya a ser destituido, pero cada actuación como las de Las Palmas y el Zenit es una tacha más en la tapa del ataud deportivo que tanto ahínco ha puesto Nuno por construirse.

Vengo manteniendo que por mucho que el entrenador esté colocado por la mano derecha del propietario, esto es fútbol. Y el fútbol tiene unas leyes inexorables en cualquier latitud del mundo. Nuno se acerca a su final. El hecho de que se muestre más cercano con quienes le rodean en su día a día demuestra que está tocado y lo sabe. Incluso en círculos que pueden hacerse escuchar ante el propietario ya no le quedan casi apoyos.

Esta noche todo apunta a otro giro. Doble pivote y 4-2-3-1, cuando era un sistema que nunca se había utilizado. Es evidente que cuando el entrenador cambia cosas es porque no le funciona lo que hay. Y si busca soluciones es porque percibe que tiene —él, porque cuando lo ha tenido el equipo no ha variado nada— un problema.

Este verano le adviritieron eso de «no subestime a Mestalla, míster», para variar no hizo caso. Ni él, ni los que le han permitido todo --la propiedad, Lim básicamente--. Así que como decía mi padre (qepd), «quien por su culpa muere, que nadie le llore». En este fallecimiento, les aseguro que no habrá lágrimas. Al menos, en Mestalla.

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