Nunca antes Alonso había terminado en Fórmula 1 por detrás de su compañero de equipo, aunque tal vez el desastre tecnológico de este 2015 diluya de alguna manera esta derrota entre compañeros.

En enero, soñar con una temporada de éxitos era algo más que legítimo por la alianza McLaren-Honda: era imposible no mirar al glorioso pasado del equipo durante la etapa de Senna y proyectar un futuro idílico. Pero la pesadilla empezó pronto con la falta de rodaje de pretemporada y un accidente que dejó a Fernando K.O. para la primera carrera. Lo siguiente fue un rosario de abandonos, promesas de evolución incumplidas por parte de Honda y picos de tensión con críticas públicas al propulsor japonés ¿Recuerdan el: «Vergonzoso, es un motor de GP2»?

Honda llegó un año antes de lo que esperaba la firma nipona y eso, evidentemente, ha condicionado su temporada. A los japoneses se les ha pedido más inversión, más flexibilidad en el uso de ingenieros no japoneses. Y Ron Dennis, que pierde patrocinadores a la velocidad que sus motores pierden potencia, solo puede prometer para 2016 «un gran salto adelante desde el primer gran premio». ¿Qué va a decir?

Faltan poco más de cien días para que los coches vuelvan a competir en Australia y mirar con optimismo a 2016 es difícil. El reglamento encorseta el desarrollo tecnológico y limita los test en aras de una imagen de «ahorro de gastos». Eso elimina cualquier posibilidad de reacción a mitad de temporada y mata el espectáculo. Son dos posturas irreconciliables: contención o gasto desorbitado. Pero lo bien cierto es que la FIA ya tiene un campeonato que cumple esos requisitos: se llama Fórmula E y tiene, por cierto, carreras muy emocionantes.

La libertad de desarrollos no llegará a la Fórmula 1 hasta 2017. Así que para el próximo año nos espera, en principio, un más de lo mismo ya que el único cambio posible parece ser un turnismo entre el ahora acelerado Rosberg y el campeón Hamilton. Con un panorama así, mejor que se acabe el año, pero el 2016.