Tan pronto como Duda marcó su gol de falta directa en el minuto 78, un estruendoso silencio se apoderó del Ciutat de València. En ese momento, muchos optaron por abandonar sus asientos, contagiados por la desidia y el desánimo que transmitió el equipo durante todo el partido, y especialmente, durante el tramo final del choque. Por el contrario, los fieles de siempre „ese núcleo duro del levantinismo que no necesita de hashtags, campañas de marketing o entradas regaladas para mantenerse firme junto a los suyos„ decidieron resistir hasta el final, esperando una reacción del equipo que nunca llegó.

Desolación

Resulta imposible ocultar la desolación, esa sensación que te ahoga y te atornilla a tu asiento tras el pitido final, mientras mantienes la mirada perdida con una sola pregunta en mente que se repite en un bucle interminable: ¿cómo hemos llegado a esto? El levantinismo quiere creer, pero no encuentra referentes sobre el césped a los que aferrarse, capaces de levantar el ánimo del equipo y de la afición. Alguien en el club debería de recordar que el brazalete de capitán es algo más que un trozo de tela. Ayer no hubo nadie que recogiera el balón de la red en busca de la remontada, nadie que no diera el partido por perdido, nadie con fuerzas para pelear. En pocas palabras, nadie sobre el campo que creyera que era posible. Durante los últimos minutos los jugadores granotas fueron la viva imagen de un conjunto desolado y sentenciado.

El entrenador

Poco queda de aquel equipo que deslumbró en Mestalla, con mordiente, ambición y buen fútbol. A lo largo de las últimas semanas, en la búsqueda desesperada de soluciones (y resultados) Rubi se ha dado la espalda a si mismo, a su discurso y a su idea de fútbol, y en ese camino, el Levante ha vuelto justo donde estaba hace unos meses con Lucas Alcaraz: sin identidad, sin garra, sin fútbol y sin rumbo. Aunque los números son nefastos, aún hay un camino que puede llevar al Levante hacia la permanencia. El primer paso es hacer una lectura crítica de la confección de la plantilla más cara de la historia del club, analizar las posiciones donde es evidente que el equipo debe reforzarse (eje de la defensa y en ataque), y desprenderse de aquellos futbolistas que no suman ni dentro ni fuera del vestuario. Y por último, pese a las dudas de las últimas jornadas, la salvación pasa inexorablemente por fortalecer el papel del técnico. Un nuevo cambio de inquilino en el banquillo „forzado, o no„ sería un paso definitivo hacia el abismo. En definitiva, el Levante necesita autocrítica, además de gestos y acciones que la acompañen, y el primero pasa por reconocer que el proyecto deportivo ha fallado.

La figura de Quico

Ante la mayor crisis deportiva en años, la figura del Presidente del Levante U.D. se hace más necesaria que nunca. La entidad necesita marcar un rumbo claro, definido y convincente para la masa social. Quico debe desgranar cuál es el ´plan B´ para salir del pozo antes de que el margen se estreche definitivamente.

Lea más opiniones de Colaboradores, aquí