Es de cajón que el Valencia necesita un perfil que pilote la configuración de la plantilla, que negocie el precio idóneo a pagar en cada adquisición o que fije el precio justo por sus jugadores, tanto de los que prescinda como de los que pretenda vender. Y que, además, sirva de bisagra entre los jugadores y el cuerpo técnico y, a su vez, entre el vestuario y el cuerpo de ejecutivos del club. Un tipo que tenga la cintura necesaria para moverse con soltura y solvencia en el mercado y que sepa fajarse en situaciones de crisis de resultados o titubeos de entrenador o jugadores. Alguien que gestione cesiones, renovaciones… Hasta ahí estamos de acuerdo. Eso es de Perogrullo. Esa figura va pegada a cualquier club, a cualquier plantilla. Es necesaria, pese a que en los clubes grandes con presidentes propietarios o con personalidad de dirigente de república bananera, sus competencias están limitadas y restringidas a determinadas incorporaciones o a determinados jugadores porque sus superiores se reservan las operaciones más atractivas, más jugosas o las que generen mayor empatía con su masa social. En todo caso, incluso incrustados dentro de una estructura con esa tipología de dirigente omnímodo, ese director deportivo es válido para atacar la primera línea de cualquier operación o para ser el negociador con la caseta.

Ahora bien, el Valencia actual es otra cosa. Tampoco sé exactamente qué tipo de club es o qué tipo de club pretende ser y Lay Hoon Chan no se muestra tanto ante los medios como para hacerle todas las preguntas de golpe. El Valencia de hoy en día, el de los nuevos tiempos, no necesita director deportivo. Es una figura prescindible si se sigue comportando como hasta ahora, donde ficha Lim, ficha Mendes, o fichan ambos. ¿De qué sirve un director deportivo si no ejecuta ninguna operación? Sólo de figura decorativa o de relleno para envolver con una capa de maquillaje al verdadero ejecutor de todas las operaciones. No nos engañemos, para Meriton, por su forma de operar, por su concepción de la gestión del club, el director deportivo es prescindible y lo mismo sucede con un presidente local o con un portavoz para las cosas cotidianas.

No son prioridades. A ambos, por inconformistas, los despacharon. Ahora deslizan que se replantean rellenar ambas casillas pero… Si pretenden engañar con esa figura o, lo que es peor, si alguien se contenta con dos maniquíes, tendrá un grave problema de percepción de la realidad porque el verdadero operador estará siempre en el escenario entre bambalinas. Y tampoco será nada grave porque será decisión del propietario, incluso si fracasa, como ocurre actualmente, con su método. Cosa de los nuevos tiempos. Acostumbraos. Además… ¿y si acierta? Recordad que es un proyecto a largo plazo.

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