Compromiso, salto de calidad y un modelo de juego coherente. Estos han sido los 3 caballos de batalla del levantinismo desde el inicio de la temporada en curso. Durante demasiadas jornadas el equipo ha acusado la indolencia, y por momentos, la incapacidad más flagrante. Partidos como los del Getafe o la Real Sociedad en la primera vuelta, o los dolorosos desplazamientos a Eibar y Villarreal fueron torpedos para la autoestima colectiva de los granotas. Puntos entregados sin lucha, donde la mala suerte o el arbitraje intervinieron poco, o nada. Nos guste o no la inocencia caritativa del Levante en amplios tramos del campeonato le ha puesto donde está por deméritos propios.

Sin embargo, los jugadores fueron capaces de hacer propósito de enmienda tras el desastre del Madrigal, una vez leídas las señales que con claridad emanaban desde la grada visitante. De un modo u otro había de ser un punto de inflexión, para alzarse, o caer definitivamente. En este sentido, el (enésimo) retorno de Juanfran no puede ser pasado por alto. Si bien es cierto que su figura está cuestionada por un sector importante de la hinchada, su aportación dentro y fuera del campo está siendo decisiva en el cambio de cara del equipo.

No obstante, en el fútbol de élite con honra y dignidad no basta. El tantas veces preconizado salto de calidad llegó, aunque quizás demasiado tarde. Es sin duda el flanco más débil de la gestión del club esta temporada; el conformismo con una plantilla continuista en verano, unida a la inexplicable renovación de Lucas Alcaraz, y el posterior cambio por Rubi: del fútbol rancio, al fútbol champagne en una noche. Una transición infumable, tardía e incoherente donde se originan gran parte de los males que han situado al Levante en el inframundo futbolístico.

En la parcela deportiva no todo ha sido negativo. La llegada de Medjani, Verdú y Rossi ha servido para hacer posible y dotar de sentido al modelo de juego propuesto por el entrenador. Con sus defectos, la escuadra azulgrana es hoy más compacta y equilibrada que nunca, pero por encima de todo ha conseguido marcar un rumbo claro que permite aseverar que el Levante es hoy día superior a equipos como Sporting, Getafe, Rayo o Granada.

Llegados a este punto la progresión es innegable, pero puede no ser suficiente. El conjunto de Orriols necesita unos números de Champions para llegar con vida a la última jornada en Vallecas, y tras el último empate en el Ciutat frente a los de Abelardo parece una tarea titánica. Para seguir creyendo es imprescindible pasar de las sensaciones a los resultados y volver de Sevilla con los 3 puntos en el casillero. El choque frente al Betis es el último acto de fe en busca del milagro.

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