A veces las noticias nos vienen dadas y los artículos casi escritos. En mi último hablaba de la igualdad de género y las diferencias económicas por razón de sexo, aunque vimos que no siempre perdían las mujeres. Ahora, la federación de rugby de Sudáfrica ha firmado como seleccionador a Allister Coetzee, un antiguo jugador de los Springboks, los famosos ganadores del Mundial donde el Presidente Mandela disfrutó como un niño y dio lugar a la película Invictus.

Si en las pantallas se agradecía la llegada de jugadores colored y negros, que forman el grueso de la población pero no el de la selección, mayoritariamente compuesta por blancos, a los que el rugby les parece su propio deporte nacional, aquí se trata de obligar a que la mayoría racial también se imponga en el campo. El Sr. Coetzee no ha prometido volver a ganar el Mundial de Rugby, ni tan siquiera jugar bien, sino que sus primeras palabras han sido la de asegurar (ojo) que en el 2019 habrá, al menos, 50% de jugadores no-blancos (sic) entre los Springboks que él seleccione.

La verdad es que la discriminación positiva, el imponer cuotas de minorías, es algo que tiene su razón de ser en algunas profesiones o por existir una gran desigualdad que impide el acceso a lugares para aquéllas. Sin embargo, hay que tener cuidado con lo que se propone. Parece ser que la federación es la que está impulsando esta novedad y que eligió a Coetzee por ser el que más jugadores no-blancos alineaba en el equipo profesional del que era entrenador. De esa forma, colocaba la piedra angular de ese proyecto. Recordemos que el apartheid, el régimen racista y segregacionista de Sudáfrica, terminó en 1992 y que el mundial de 1995 fue un acontecimiento que emocionó a la nación, vertebrándola en cierta forma.

Pero, ¿qué hay detrás de esa obsesión? Pues no solo el intentar obrar en pro de una discriminación positiva sino que existe una lucha de poder deportivo. En efecto, el fútbol es el deporte mayoritario ahora en Sudáfrica y es el más practicado por los negros y los colored (acepción que va desde los mulatos, mestizos a los muy presentes asiáticos, sobre todo del sub-continente indio), mientras que el rugby es todavía el deporte blanco por excelencia. Así, siendo la población negra de un 81% y la de los colored de un 10%, solo queda un 9% de blancos en Sudáfrica, cuando fueron más del 25 % hace solo 70 años. Pero, en el rugby, se invierte todo y solo hay 27% de jugadores no-blancos en los equipos profesionales. La federación intenta, por lo tanto, atraer a los jóvenes y a la afición no-blanca a los estadios, con la inclusión de, al menos, la mitad de negros o colored, para revertir la presión del fútbol como deporte de masas y poder presentar a la sociedad sudafricana una mayoría que le represente en el campo.

Y es que Sudáfrica ha perdido la mayoría de sus últimos partidos y se siente que el pueblo ya no está tan interesado como lo estaba antes, incluso en la época justo posterior al final del apartheid. Los aficionados y sobre todo los jóvenes, se han ido alejando del antaño deporte clave en la política racista previa, ya que se denominaba la diplomacia del deporte, que permitía que Sudáfrica existiera fuera del apartheid, con partidos contra selecciones extranjeras.

Quizá ello haya quedado en el recuerdo de muchos y el rugby no ha llegado, todavía, a impregnar en las costumbres de los no-blancos. Entiendo todo eso pero me parece un error forzar sin tener una base sólida. No creo que en tres años jueguen más negros o colored al rugby, como para cumplir con la promesa de la federación y del seleccionador.

Lo que habrá, entonces, es una presencia forzada de jugadores que no tengan la calidad suficiente para entrar en los Boks. De hecho, si no fuera suficiente, gran parte de los jugadores profesionales no-blancos son aleros, lo que hace que será aún más complejo colocarlos entre los seleccionables, ya que son competencia entre sí.

Lo que debe hacerse, si se pretende que haya una representación mayor, es que el rugby acuda a las escuelas y a las universidades, alentar al joven o al espectador, pero no forzar una presencia que no existe realmente. Si fuera así, habría entonces que pedir que asiáticos (parte de los colored) tengan una presencia, cuando a ellos les atraen más el cricket o por el fútbol. Los criterios deben ser de calidad y no de raza, porque, si no, ¿por qué no más no-negros en la NBA?, ya que los blancos están sub-representados, y no hablemos de los latinos. Sé que son países distintos, pero los hechos podrían extrapolarse en algún momento. Dejemos al deporte en paz y no fabriquemos un traje sin poder caber en él.

Acabo con una recomendación lectora: un libro de Ignacio del Valle, ‘El arte de matar dragones’, y lo fácil que es bascular de un lado al otro, ahora que nuestros políticos están especulando con quien es el mejor y el más limpio...

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