Esta semana hemos asistido a varias respuestas a las incógnitas que plantea siempre la transición entre una temporada y otra. La principal era la incógnita planteada en el banquillo, y ya ha quedado resuelta con el nombramiento de Pako Ayestarán como entrenador con contrato en vigor para las dos próximas temporadas. No me extenderé mucho sobre la conveniencia y/o popularidad de la continuidad del de Beasain al frente del banquillo. A partir de ahora serán los hechos los que hablarán a favor o en contra de la carrera del vasco al frente del equipo de Mestalla.

Ha sido una semana marcada por las ruedas de prensa. La triple del martes (Layhoon, García Pitarch y Ayestarán) y la del jueves con José Ramón Alexanko como director de la Academia. La idea que transmiten ambas comparecencias públicas es que viene un Valencia de cambios, diferente. El concepto principal que emana de ambos discursos públicos (fundamentalmente del ocurrido el martes) es que la propiedad apuesta en su segunda campaña como dueña de los acontecimientos por un viraje absoluto en la manera de actuar para continuar su proyecto a largo plazo («a tres, cinco o diez años» según dijo la presidenta).

Y la temática que subyace de fondo es que la propiedad admite de manera implícita que el desastre de la cuarta peor temporada en la historia del club obedece a un rosario de decisiones tan certeras como irse a la vendimia y llevarse uva de postre.

Admitir haber compuesto una plantilla poco equilibrada con exceso de jóvenes, les honra. Esconder que la plantilla no creció espontáneamente sobre el césped, si no que se materializó porque el propietario desmontó la estructura deportiva y le dio el poder a quien no debía, fue tan pueril como obvio.

De momento toca congratularse por comprobar que han puesto en marcha la rectificación. Para bien o para mal, Suso decide. Y con cambios tan radicales como los que se avecinan no parece que vaya a haber término medio. Como dicen los toreros, «puerta grande o enfermería».

Porque, aunque la culpa se le eche a la volubilidad de la grada, las decisiones -con esta propiedad y con todos los Consejos que hubo en el pasado- las toman los que mandan. Quizá no es que Mestalla se caliente antes de tiempo. Quizá es que los que mandan contrataron entrenadores antes de lo que tocaba y luego no tuvieron la valentía de mantener su decisión ante el empuje de la grada.

En cualquier caso, parece que hay menos posibilidades de dar en la diana del error cuando las decisiones deportivas se dejan en las manos de los profesiones deportivos. Alegrémonos por tanto. De entrada, algo parece que ha cambiado. Ahora, los hechos darán el veredicto final.

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