Fácil me lo han puesto los árbitros del TAS cuando el día 21 de julio pasado decidieron dar por buena la sanción de la Asociación Internacional de Atletismo (IAAF) de no permitir acudir a los Juegos Olímpicos de Río a los atletas rusos.Juegos Olímpicos de Río

Recordemos que el 17 de junio, el Presidente de la IAAF, el otrora gran mediofondista Sebastian Coe, anunciaba la suspensión de la Federación Rusa de Atletismo, lo que conllevaba, de forma inmediata, en aplicación de su reglamento, la exclusión de todos los atletas rusos para Río de Janeiro.

Dejaba una puerta, no obstante, para quienes hubieran entrenado fuera de Rusia y para los «arrepentidos» que hubieran colaborado con la denuncia del dopaje que, según se dice, era estatal y consentido por los poderes públicos, al menos deportivos, de la gran madre Rusia.

Pero el Comité Olímpico Ruso (ROC) y 67 de los 68 atletas a los que envolvía esta exclusión, hicieron apelación de la misma ante el Tribunal Arbitral del Deporte, que ya no sale de la prensa por un motivo o por otro, por lo que podemos ver la importancia que tiene el deporte en nuestro mundo -tanto como ocio como por su potencial económico y motor de muchas industrias-.

El TAS, como decimos, decidió tras una audiencia el día 19 de julio, confirmar la sanción de la IAAF porque estimó que ésta tenía la potestad de hacerlo, al haber suspendido a la federación rusa. Y es que la reglamentación permite que, una vez una federación de atletismo es suspendida, sus miembros pueden ser excluidos de las competiciones internacionales.

Pero, como quiera que el Comité Olímpico Internacional (COI) no fue parte en el procedimiento del TAS, éste no pudo decidir sobre si aquél pudiese invitar a atletas rusos a participar. La madeja no ha podido deshacerse totalmente y es ahora el propio COI quien tendrá que tomar esa medida, justo cuando queda unos pocos días para el comienzo de los Juegos.

No sé lo que va a decidir el COI, pero lo que sí está claro es que la infraestructura de montar un viaje para atletas, entrenadores, oficiales, etc...no se hace de un día para otro y me imagino el frenesí que existirá en Moscú no sabiendo si van a ir o no a Río.

Pero, la decisión de la IAAF no incluía a, como indicábamos, a los que hubieran «cantado» y a los que hubieran entrenado fuera de Rusia. Es el COI pues quien determinará si el Comité Ruso va a poder llevar a atletas y si será bajo bandera del país o «neutra».

La semana que viene lo sabremos, pero estamos hablando de atletismo solo y ya hay muchas voces -la última del ex jefe del antidopaje de Nueva Zelanda, que se ha añadido a tantas otras- que pregonan que no solo debe ser el atletismo, sino todo el deporte ruso el que sea excluido. Y ahí, el COI debe tomar una medida mucho más dura: toda una delegación iría fuera. Y esa decisión podría ser apelada ante el TAS que debería tomarla enseguida, porque los días se apuran. En fin, un auténtico marrón que le ha caído al COI. Pero ¿por qué tantos se apuntan al carro de prohibir la participación de todos los deportistas? Y no, no voy a hablar de la teoría de la conspiración para apartar a Rusia del resto del mundo, como venganza a sus posiciones políticas en Ucrania y en Siria...

Lo cierto es que se quiere hacer pagar a toda Rusia por lo que se llama «dopaje de Estado» como aquél, nunca probado durante las competiciones pero sí años después, de la República Democrática de Alemania, la famosa RDA, que copaba, sobre todo en natación y atletismo, el medallero europeo, mundial y olímpico.

Sin embargo, no creo que solo exista detrás de esas peticiones solo el ideal de un mundo limpio de dopaje. Recordemos que Rusia tuvo, en los últimos Juegos de Londres, la bagatela de 79 medallas, lo que, si el COI decide finalmente excluir a todo el Comité Olímpico Ruso, constituye todo un caladero donde pescar.

La distribución de esas medallas, que irán a países fuertes pero también a algunos más pobretones, satisfará las ansias de victorias deportivas de los comités nacionales y permitirá que la bandera de unos y otros ondee ante las televisiones del mundo entero.

Y, como sabemos y lanzó George Orwell, «el deporte es una guerra sin armas». Algunos la utilizan para realzar las bondades del deporte, pero creo que Orwell, visionario y cínico, no lo entendía de esa forma y su frase más bien le daba al deporte un cachete. Y ya que estamos con la guerra y el deporte, recomiendo el libro del profesor Pascal Boniface «JO Políticos», donde se encuentran deportes y relaciones internacionales.

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