Cuando estamos esperando las decisiones del Tribunal Arbitral del Deporte en Suiza respecto de las apelaciones formuladas por el Real Madrid y el Atlético, que se sabrán en los próximos meses y que aún no se han apagado los ecos de la sanción que se llevó el FC Barcelona, todos ellos por haber infringido las normas de FIFA de protección de menores, nos llega una noticia que puede ser de alcance.

Y puede serlo porque todavía no están realizadas todas las actuaciones de FIFA contra otros equipos españoles y, no es una caza de brujas contra nosotros, también contra equipos ingleses, como mínimo, por lo que yo sé.

Antes de que se sancione, o no... esa noticia que comento ha dejado a FIFA pasmada. Y es que un joven jugador africano de 17 años ha interpuesto una demanda en Zúrich, sede del organismo mundial del fútbol, en sus Juzgados de Comercio, contra éste y en demanda de nulidad del artículo 19 de su reglamento sobre el estatuto y la transferencia de jugadores.

Ese artículo, recordémoslo brevemente, recoge la prohibición de transferencias internacionales (movimientos de una federación nacional a otra) a menores de 18 años, salvo dentro de la Unión Europea (16 años) y excepcionalmente si el menor cambia de país por "motivos no relacionados con el fútbol" (vaya por delante que es una hipocresía sin sentido).

Por lo tanto, cualquiera menor de 16 (en la Unión Europea) o de 18 (en el resto del mundo) y que quiera cambiar de país para jugar al fútbol, se verá vetado por ese reglamento y, no solo eso, su nuevo club será sancionado por la FIFA, como los fueron los dos equipos madrileños y el Barça.

Los padres del menor africano decidieron acudir a un despacho de abogados y requerir la nulidad del reglamento porque "impide que él y su familia puedan aceptar una posibilidad única de ser profesional y de avanzar social y económicamente". Eso es, justamente, lo que prohíbe FIFA: el que uno cambie de país por motivos de fútbol y mejore personal, social y crematísticamente.

Si eso prohíbe FIFA, ¿por qué no espera tranquilamente el jugador a tener 18 años? Pues no es esa la cuestión sino. ¿por qué se prohibe? ¿Cuál es el bien protegido que hace que una asociación civil suiza no permita el trasiego de personas para vivir y trabajar, para obtener mejorías personales en todos los sentidos?

Dice FIFA, y lo reitera desde que se puso en marcha ese reglamento allá por el 2001, que es para proteger a los menores y que no cambien de vida, de idioma, de forma de ser, etc... Así pues, lo que pretende el organismo es velar por los niños, pero, ¿es eso cierto?

No entiendo que, en un mundo plurinacional, con movimientos constantes de emigrantes, con un flujo que no cesa, por motivos sociales, económicos, religiosos, de guerra, etc… se siga pensando que un niño que quiera ser futbolista tiene menos derechos que otro que quiera ser pianista o bailarín.

Ese es el quid de la cuestión: la libertad de hacer lo que uno quiera y la igualdad entre todos los niños para conseguir realizar su sueño. Es cierto que no todos los que vayan a otro país van a lograr ser futbolistas profesionales y algunos lo serán pero a un nivel de segunda o tercera división, pero, ¿ es eso motivo para impedir una mejoría de su calidad de vida personal y familiar?

No, rotundamente no. Sí se podría calibrar la idea de controlar el número de jugadores en los equipos, en garantizar el futuro, incluso no futbolístico del menor, dando trabajo a los padres, con una educación adecuada, etc… Pero parece que FIFA no está por la labor, aunque los nuevos vientos que soplan allá pueden quizá pensar en forma diferente. Lo veremos.

Pero, de momento, este joven africano de 17 años ha llevado su demanda a los tribunales y va a poner en jaque ese reglamento. Quizá incluso la gane, con lo que los clubes que están esperando sentencias con sanciones se vean favorecidos. Ojalá sea así y lo seguiremos atentamente. Para mí, ese reglamento discrimina a los jugadores menores y, más aún a los que están fuera de la Unión Europea, que tienen esos dos años de diferencia, sin sentido alguno.

Mientras, al calor de la casa con el frío que llega a Valencia y la lluvia que se apodera de la Comunitat, un buen libro siempre ayuda. Esta vez recomiendo los cómics del detective privado Jan Karta, de Roberto dal Prà y Rodolfo Torti, dos italianos que nos llevan por la Europa de los años treinta.

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