Tras meses de debate y filibusterismo administrativo, tan sólo resta el visto bueno del Protectorado para que la ´nueva´ Fundación del Levante comience su mandato. Un último paso para que el nuevo Patronato tome posesión, después del pucherazo perpetrado en la Junta General de Accionistas desde el Consejo de Administración, con el objetivo (cumplido) de copar todos los puestos posibles, y de este modo, silenciar al bloque alternativo -que llegó a superar el tercio de acciones- y así convertir al organismo que ostenta la mayoría accionarial de la entidad en una mera correa de transmisión del poder.

Pese a que cada vez son más las voces dentro del levantinismo que defienden la independencia entre la propiedad y sus gestores, Quico continua manteniendo una visión monocolor y monoteísta de la entidad, asumiendo en primera persona la ´doctrina Trump´, según la cual la divergencia de puntos de vista siempre equivale al ataque y al odio personal.

Con todo ello, cabe estar vigilantes ante la composición de los órganos de gobierno de la Fundación. Difícil será llenar el hueco dejado por José Manuel Fuertes, el tercer hombre que hizo posible la interlocución con la minoría desde la defensa del statu quo. Su propensión a la indefinición no se echará en falta; su carácter conciliador y dialogante, sí.

Así las cosas, el termómetro definitivo para conocer el grado de bunkerización del Levante lo marcará la elección del nuevo Presidente del máximo accionista granota, y especialmente la composición de la Comisión Ejecutiva, donde la inclusión del FROG es imprescindible como contrapunto crítico frente a los acólitos de Catalán. Si para tomar esta determinación no les motiva el respeto a la legitimidad y a la acreditada representatividad de la asociación encabezada por Carlos Ayats y Tomás Pérez, al menos que lo hagan por guardar las apariencias, porque ya huele.

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