Luis Enrique se lleva muchos palos, con o sin razón por su difícil relación con la prensa. Y después de la severa derrota en París todavía más. Sin embargo, en un ecosistema como el del actual FC Barcelona es difícil que el entrenador gane algún partido en lo táctico o a partir del sistema. Y es que, la presencia prácticamente innegociable en el campo de los tres jugadores de la bautizada MSN (Messi, Suárez y Neymar) puede llegar a ser perjudicial. No es la única explicación del sorprendente 4-0, pero no hay duda de que está en la base de los problemas que azotan al Barça.

El antídoto

La principal diferencia en el planteamiento de Unai y el de Luis Enrique fue que el PSG trabajó desde el principio hasta el final para neutralizar al Barça. En ese sentido, los blaugranas se han convertido hasta en algo previsibles para determinados rivales. Entre ellos el Sevilla o la Real Sociedad, como demostraron en LaLiga. A nivel táctico la presión alta es el antídoto perfecto hoy por hoy contra un equipo cuyo peso recae más que nunca en las genialidades de sus tres estrellas de arriba.

Nueve de referencia

Para neutralizar entramados como el que montó Unai, el Barça necesitaría a un nueve de referencia capaz de disputar balones aéreos para propiciar segundas jugadas. El único que puede hacerlo es Luis Suárez, aunque el uruguayo es un delantero que por arriba se mueve en clave de remate. Del resto de los futbolistas disponibles no hay ninguno con las características apropiadas para desempeñar ese rol. No es ésa, evidentemente, ni la función de Neymar ni la de Messi. Optimizando esa deficiencia, Unai trabajó el partido a conciencia y dispuso a sus jugadores de banda siendo consciente de que el Barcelona no trabajaría para neutralizarlos, ya que ni por la izquierda ni por la derecha es algo de lo que la MSN se preocupe. Para colmo, por mucha calidad que tenga Ter Stegen con los pies, ante una presión como la del PSG termina siendo más sencillo perder el balón.

Gestión complicada

Las estadísticas no engañan y al final es un hecho que con los cambios en ataque de Luis Enrique, que en su día superó un momento especialmente traumático cuando sentó a Messi en Anoeta, se dosifican minutos en función del descanso más que obedeciendo a otro tipo de razones a lo largo de un partido. Decir que son intocables no es descubrir nada. El problema, sin embargo, es que así como en el Madrid el único con ese tratamiento, salvo excepciones como la de Las Palmas, es Cristiano Ronaldo, en el Barça se da con tres jugadores a la vez y eso es difícil de gestionar en un equipo.