No, no voy a hablar de Iñaki Urdangarín, aunque el titular podría llevar a engaño, y eso que la condena al ex jugador de balonmano tiene que ver con el deporte y con su organización pero otros articulistas deben ocuparse de él, porque debe estar más en una página de sucesos y tribunales que en una deportiva.

Otra estafa, distinta, es la que se ha juzgado recientemente en la Confederación Asiática de Fútbol (AFC), no en vía penal sino en la disciplinaria. Así, su comité disciplinario ha impuesto a veintidós futbolistas una sanción de no poder competir o trabajar en el fútbol de por vida. Son jugadores profesionales, la mayoría (15) del equipo Lao Toyota FC.

No hablamos de años de cárcel pero si del final de una carrera, como futbolista o como cualquier otro tipo de personas dentro del mundo del balompié. No se trata de hacer contratos que no se cumplen luego, sino de amaños de partidos. La AFC se ha puesto muy dura porque en el continente asiático es donde más se juega y se apuesta y, en muchas ocasiones, de forma ilegal.

Hay casas de apuestas legales, la mayoría, pero allá parece que se prefiere ir por el lado oscuro y, por lo tanto, hay más facilidad para que algunos desaprensivos se acerquen a los deportistas para conseguir resultados alterados que puedan reportarles pingües beneficios.

¿Dinero negro me dirán? Pues sí, más negro que el carbón porque tiene dos eslabones tenebrosos: el primero el que proviene de un juego o apuesta en casas ilegales y el segundo porque se corrompe a los futbolistas para que alteren el resultado de un partido y, entre ambas cosas, se pudre el deporte.

No voy a dar los nombres de los jugadores de Laos y de Camboya que están involucrados y que han sido rayados de la faz del fútbol pero que son incluso complicados de leer, pero sí el del club al que pertenecen casi todos los defraudadores, el ya nombrado Lao Toyota FC.

Existe un tercer fraude, que es el que sufre la propia Toyota, el patrocinador principal del club y que se ve envuelto en un huracán de sanciones que, sin duda alguna, le puede salpicar. Lo normal sería que se escapara y dejara de patrocinar al equipo de forma inmediata e incluso que pidiera daños y perjuicios.

Esos mismos daños y perjuicios son lo que, por otra estafa deportiva, la de Lance Armstrong y sus Tours ganados a golpe de dopaje, su antiguo grupo ciclista, el US Postal, le acaba de poner un pleito de 100 millones de dólares por, entre otras cosas, el daño a la imagen que provocó el descubrimiento de los actos del ciclista.

Un primer juez desestimó parcialmente la demanda del US Postal pero ahora se ha vuelto a reactivar y veremos cómo queda. Obviamente, no creo que Toyota pueda llegar a una reclamación de ese calibre porque el Lao FC no es gran cosa en el mundo del fútbol pero, una vez que estamos viendo asuntos de amaños y de dopaje que pueden afectar a patrocinadores, estos tendrán cada vez más gana de reclamar los daños ocasionados por esas estafas deportivas.

Y es que, no lo olvidemos, los sponsors entran en el deporte porque es una forma de publicitar sus productos en un entorno sano y con un público amplísimo y, por lo tanto, con una gran masa de posibles compradores. Si, como está ocurriendo cada vez más, la trampa aparece en el juego, los que ponen su dinero tenderán a volcarlo hacia otras formas de obtener imagen.

Por ello, no estamos hablando de un daño colateral para el deporte en general y el fútbol en particular, sino que, cada vez que leemos una noticia sobre una merma de la imagen del deporte, nos encontramos con la pérdida pública y con espectadores y posibles consumidores cada vez más desencantados.

No sé si tendrá que ver con la cantidad de esteroides o anabolizantes que se cree se consume en el béisbol en Estados Unidos, pero la popularidad de este deporte desciende cada año en ese país. Quizá las generaciones más jóvenes no se ven o no quieren verse reflejadas en estafadores deportivos...

En fin, aunque es un asunto recurrente, la noticia de la sanción de por vida para 22 futbolistas, aunque sean del lejano Oriente, reaviva el discurso de la limpieza, en todos los sentidos, del deporte. Para fraude, leamos la última novela de Gay Talese, ‘El motel del voyeur’. El escritor creyó tener la versión real de un propietario de motel que miraba furtivamente a sus clientes, cuando era una simple invención… No obstante, el relato es tan bueno que, aun así, vale la pena acercarse a él.

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