Puede que nos llamen locos, pero para los que somos amantes del fútbol un estadio es algo más que una compilación de cemento y hormigón. Es un lugar de reunión para la comunidad, donde se estrechan los lazos de hermandad a base de vivencias compartidas que cobran vida en la liturgia dominical que se genera en torno al balón. El graderío tiene alma propia, y por tanto, también memoria; de los buenos momentos, y los que no lo fueron tanto, de las sonrisas y llantos, de los cambios a mejor y las caídas en el abismo.

Orriols nunca ha tenido un espíritu belicoso. Pero el Ciutat ni perdona, ni olvida, tampoco a la hora de recordar a uno de lo suyos, como ocurrió en el choque frente al Córdoba con el homenaje de Levante Fans a Héctor Rodas.

Lamentablemente, en demasiadas ocasiones el término canterano se utiliza de forma distorsionada y errónea para investir con un aura presuntamente singular a la joven estrella de turno, simplemente por haber pasado dos ratos y medio jugando en Buñol. Sin embargo, el Káiser del Cabanyal es de los de casa de verdad. De los que siente y respira levantinismo por los cuatro costados, y junto a Vicente Iborra, el mejor exponente del trabajo de las categorías inferiores del conjunto azulgrana.

No han sido los primeros, pero tampoco serán los últimos en llegar. Más aún si se consigue resolver el galimatías competencial-administrativo que tiene en estado de espera el proyecto de la ciudad deportiva en Nazaret. Tras años de pan y circo, el pasado reciente debe de enseñarnos a todos que no cabe ningún trato de favor por parte de los poderes públicos hacia el Levante, ni a ningún otro club de fútbol. El populismo de camiseta es tentador -y más en estos tiempos que corren- pero nefasto para el contribuyente a largo plazo.

No obstante, tampoco tendría sentido que Puertos del Estado (es decir, el Gobierno de España) provocara una situación de bloqueo que evitara el avance de un proyecto de inversión privada positivo para la ciudad de Valencia, y en especial, para el desarrollo urbanístico y social de algunas de sus zonas más degradadas.

Por ello, debe de ser posible un acuerdo que beneficie a todas las partes, que permita al Levante tener unas instalaciones deportivas en la capital, y de este modo, superar la barrera de la distancia que ha motivado la fuga de talento futbolístico hacia otras escuelas de élite. Así, se conseguiría apuntalar el magnífico trabajo desarrollado durante todos estos años en la academia granota, y los casos de Rodas e Iborra dejarían de ser la excepción, para convertirse en la regla. Canteranos, con mayúsculas.

Más opiniones de colaboradores.