En todos mis años como profesional del fútbol, primero en mi condición de jugador y después en la de director deportivo, siempre he creído, y además con toda la firmeza posible, en la honestidad de los árbitros. Dicho eso, sin embargo, y remarcando la gratuidad con la que se los pone en duda, la actual está siendo una mala temporada para el colectivo en Primera por la acumulación de errores de envergadura. El último de ellos, el de Gil Manzano el pasado domingo en el Villarreal-Real Madrid al pitar un penalti determinante para el devenir del partido. Lo que faltaba en un periodo en el que más que nunca arrecia el debate sobre la utilización de la tecnología. Una posibilidad a la que ni hay que cerrarse en banda ni tampoco abrazarse como si fuera la solución a todos los males.

El error más grave

Si analizamos todo el partido al detalle, lo cierto es que Gil Manzano se equivoca una vez. Pero lo hace en la acción más importante y puntual. El balón viene rechazado y aunque la mano, según recoge el reglamento, no está en ese momento en una «posición natural», ni tapa un disparo ni un pase. Así que penalti no es. El error, para más inri, tuvo repercusión directa en el resultado y en ese sentido ahí es precisamente donde muchos sostienen que debe entrar la tecnología, en el punto en el que las decisiones de los colegiados interfieren de manera más directa en el marcador final. Sin embargo, el área es el hábitat de mil y una jugadas susceptibles de dilema y sometidas a distintas interpretaciones. El porcentaje de acciones que podrían al fin y al cabo pasar por el filtro de las imágenes resultaría desproporcionado en un deporte como el fútbol. Y ni qué decir tiene si es en otras partes del campo con menor influencia donde ocurren. A la vista de la experiencia en Ligas extranjeras, no hay duda de que estos sistemas de arbitraje se van a terminar implantando. Pero hay muchos flecos todavía por atar. Por ejemplo, determinar de quién es la potestad de pedir que se pare el juego. ¿Solamente del árbitro? A la larga la tecnología es la que mandará, pero la cuestión es cómo empezar sin quedarse largos ni cortos. Mi propuesta, al menos como yo lo veo, es introducirla desde ya y sin ningún género de dudas en acciones puntuales como los goles fantasma. Ahí no hay debate posible.

Mal año arbitral

Con o sin tecnología e insistiendo de nuevo en lo gratuito que es poner en duda la honestidad de los árbitros, lo que está claro es que para un colegiado la toma de decisiones es más o menos difícil en función del equipo al que está pitando. Con los grandes no hay color a la hora de pronosticar la enorme repercusión que va a tener cualquier decisión, sea a favor o en contra. Es algo hasta consustancial al fútbol, como lo son también los obsequios de los clubes. Por lo general, la mayoría de los equipos hacen regalos, pequeños detalles, y es habitual preparar a los árbitros un ´picoteo´ de modo protocolario cuando juegan de locales. Es común que lo hagan también los grandes, como el caso del Real Madrid, a domicilio. ¿Metió la pata Gil Manzano al salir del estadio con la bolsa? Pues tan cierto es que lo tenía fácil para evitarse un problema innecesario como que si la llevaba en la mano es porque no tenía tampoco nada que esconder. El tema ha dado de sí, pero a mí lo que me preocupa es que a los árbitros, con toda su honestidad, se lo pongamos más fácil para que puedan enmendar el año que llevan.