Tras la vergonzosa eliminación del multimillonario Manchester City ante el mendesiano Monaco -sí, parece que Jorge se lleva a los buenos allá y manda los restos de serie a Valencia, mientras Peter le sonríe con cara de no entender-, todas las críticas en Inglaterra se dirigieron a línea defensiva citizen. Los laterales, que no eran nada del otro mundo de jóvenes, se dan ya por amortizados. De modo que el ensañamiento se ha dirigido a la parcela central. Otamendi -siempre a tus órdenes, General- no sale, precisamente, bien parado. La gente no confía en él -yo le aconsejaría que se volviera, la verdad-. Kompany se compara con un jarrón chino por la fragilidad de sus huesos y tendones. Y Mangala, que está aquí cedido suponemos que por intermediación de Jorge, ni se plantea como alternativa. Simplemente no existe. Antes meterían ahí a Jesús Navas. Anoche en Barcelona se vio por qué.

Algo podía pasar

El francés se cargó el partido. Dejándose comer la tostada por Suárez para empezar y cometiendo un penalti aberrante e inexplicable después, que dio con sus huesos en la caseta y con los de su equipo en una fosa común. Si plantearse hacer algo de provecho en Barcelona con Suárez y Neymar en plena forma es ya una quimera, hacerlo con un jugador menos es poco menos que imposible. Un mosquito lo entendería. Mangala no. Hasta ese momento, el Valencia fue capaz de aguantar el tipo en un partido abierto, dominado por el Barcelona, sí, solo faltaría, pero con aquellas viejas sensaciones de que algo podía suceder. El nuevo sistema de Luis Enrique, con solo tres defensas, desatasca la creación azulgrana, pero deja espacio al rival que tiene calidad y fuerza para salir de la cueva. Volvieron a brillar, mientras Mangala se lo permitió, Pérez, Parejo y, sobre todo, Soler. El canterano dio un recital y, en un campo de grandes dimensiones, mostró el poderío físico que, en su posición, acaba distinguiendo a los mejores. Anoten su nombre para un traspaso a no mucho tardar. Todo el mundo se aplicaba y Mangala incluso adelantó a los suyos. Hasta el desmorone.

Los despistes

Un central de primer nivel no puede tener un solo despiste. Lo puede tener Messi y no pasa nada. Pero los grandes defensas son inquebrantables ¿Alguien recuerda a Maldini despistado? Anoche los tres centrales fallaron, lo hicieron solo en momentos puntuales, sí, pusieron en el global del partido todo el empeño y tanto ardor como sus compañeros. Pero sus errores condenaron a su equipo. Garay le regaló un gol a Suárez, Abdennour otro a Messi y Mangala el partido al Barcelona. Así no se va a ninguna parte. Con diez, el Valencia fue carne de cañón. Neymar remató una y cien veces, aquello parecía un partido de exhibición. Los de Voro sacaron el orgullo pero poco más. Apenas una ocasión de Munir -si cualquier cosa que haga Munir se puede calificar de ocasión- que anotar en toda la reanudación. Cayeron cuatro como podrían haber caído ocho.

Voronir

Curiosa, cuanto menos, la decisión de Voro de alinear a Munir en punta en lugar de Zaza. Cuesta ver en qué es mejor el marroquí que el italiano salvo, quizás, en el manejo del árabe en la intimidad. Pero el míster valencianista le tiene una fe ciega al futbolista del Barcelona. No es que éste le esté devolviendo la confianza con grandes actuaciones -anoche su despliegue volvió a ser menos que pobre-, pero ahí sigue. Ya saben, la finta y al suelo. Sampaoli unas horas antes había puesto a Escudero de mediocentro ante el Atleti. Por no hablar de Emery, esa lumbrera del fútbol mundial, y su proverbial planteamiento atrevidísimo en el Nou Camp de hace unos días. Así que Voro también tenía que dejar su genial huella de alguna manera. Zaza al banquillo y Munir a pegarse con Piqué, Mascherano y Umtiti. Cuándo acabará este tormento.