Le pedía ayer este periódico a Zaza que diera un -nuevo- paso adelante y vaya si respondió el del Mezzogiorno. Fue él la punta de lanza de un Valencia que maltrató a su rival como y cuando quiso. Un Granada desprovisto del mínimo rigor táctico, plagado de futbolistas insustanciales y presto a ser despachado a una segunda división donde hay un montón de equipos bastante más presentables que esta pobre versión de un histórico.La ancha pradera

El paseo militar del Valencia nació, con todo, en la determinación de salir a por la victoria primero, y la correcta elección de los protagonistas después. Apareció, nos atrevemos a decir que por fin, Medrán en un encuentro que le fue como anillo al dedo. El disparate organizativo del Granada fue tal que confió su zona de creación a un prodigio del rigor como Wakaso, al que los años no han concedido, precisamente, el don de la mesura. Lo de Alcaraz es casi de chiste. La zona ancha se convirtió, así, en una enorme pradera por la que el trivote visitante se movía igual que un joven y robusto bisonte americano. Justo el día que no hacía falta el nervio de Pérez, apareció el toque sutil de Medrán. Perfecto complemento a un Parejo que cualquiera diría que se quiere marchar y a un Soler que volvió a dejar claro que lo suyo es de otro nivel. Sin apenas oposición, el Valencia se plantaba ante el peculiar arquero local lo mismo por el centro con Zaza que por cualquier lugar con un Cancelo que por fin volvió a ser Cancelo. Pocas veces una autoflagelación como la suya de hace una semana ha tenido efectos tan benéficos para un pobre pecador.Mi piace Zaza

El primer gol de Zaza es de lo mejor que se ha visto a un delantero centro del Valencia en años. No sorprende a quienes creemos que este chico es el mejor nueve que ha pisado Paterna en una década, aunque tal vez coja descolocados a esos que todavía piensan en Munir -ya saben, la finta y al suelo- como alternativa de futuro. Los hubo que creyeron en Dorlan Pabón. Quien aún esté a tiempo de ser un nueve como Dios manda, que rebobine una y otra vez los movimientos de Zaza cuando Montoya le pone -muy bien, por cierto- el centro y tome nota. Marcó al poco un segundo tanto y aún pudo haber completado la faena con un par más, pero debe darse por satisfecho y dejar su cabreo -lógico cuando ve la diferente vara de medir con la que se le trata- para cuando le sirvan en un restaurante una pasta que no esté al dente. Como el Granada apenas existió, el festival de ocasiones valencianista no terminó con Zaza. La cosa pudo acabar en escándalo. Voro, buena persona, intentó rebajar el baile y sacó a Munir, que falló dos mano a mano con el portero local sin que nadie moviera la ceja un solo milímetro.

La perspectiva

No faltó, porque es casi imposible, el habitual regalito de los centrales, que esta vez esperaban de espaldas a Alves el saque de su portero. Cualquier niño sabe que un defensa acompaña con la mirada y con la posición del cuerpo el servicio de portería propio. Estos no. No dan para más. Pequeño borrón, no obstante, a un partido vistoso y entretenido que, otra vez, pone en perspectiva el valor real de esta plantilla cuando impera el sentido común en el banquillo. Parejo, Soler, Cancelo, Zaza y Nani -a ver si vuelve pronto- forman un quinteto atacante que en España solo superan en calidad los tres equipos de arriba. Falta, de cara al futuro inminente, apuntalar el resto de posiciones y buscar a un entrenador con galones que los ponga a jugar como saben.

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