Científicos de la Universidad de Coimbra han descubierto que un gol desata emociones muy parecidas a las del orgasmo entre los hinchas, mayormente si son varones. Aunque el que meta la pelota sea otro.

Los profesores lusitanos se dedicaron a revolver en las neuronas de 54 forofos de sexo masculino y en las de dos señoras para averiguar cuál era el efecto de un gol en un cerebro predispuesto a disfrutarlo. El experimento arrojó resultados incontestables.

Un balón dentro de la red activaba los mismos circuitos cerebrales que pone en marcha el 'amor romántico', según la poética expresión de los investigadores de Coimbra. Cada vez que la pelotita se introducía sensualmente en el fondo de las mallas, los hinchas utilizados como conejillos de indias experimentaban una sensación placentera similar al éxtasis. Así que imaginen lo que podría ocurrir si su equipo ganase por un agotador resultado de siete tantos a cero.

Todo esto se presta a chistes fáciles, claro está. Los americanos, que a veces disfrutan con las obviedades, llegaron a rodar una película sobre baloncesto con el título picarón de 'Los blancos no la saben meter', en su traducción española. Jugaban, naturalmente, con la leyenda (¿leyenda?) que atribuye a los varones de piel negra un poderoso armamento genital; pero también con la mecánica del deporte del básquet. Un juego en el que hay que meter la pelota en un agujero que se prolonga en la metáfora vaginal de una red, como cualquier aficionado al baloncesto sabe.

Con el fútbol pasa igual, solo que lo ve más gente. Mucha estrategia, mucha táctica, mucho 4-2-4 y lo que ustedes quieran; pero al final de lo que se trata es de meterla. De ahí lo apreciados que son los delanteros centros que enchufan la pelota.

El premioso tiqui-taca que puso de moda la selección española no sería sino el equivalente de los juegos eróticos previos a la coyunda. En el fútbol, como en el sexo, la clave está en dosificar esos preliminares en su justa medida. Un exceso de tiqui-taca puede ser contraproducente para el equipo y la pareja. Y a la vez, un ataque directo y demasiado vertical podría dejar insatisfecha a la parroquia. Los goles poco elaborados pillan al personal en frío y acaso no le hagan disfrutar en plenitud de esa sensación orgásmica descubierta por los sesudos -que no sexudos- investigadores del Instituto de Ciencias Nucleares Aplicadas a la Salud, con sede en Coimbra.

Sabíamos hasta ahora que el fútbol es un deporte muy útil para levantarle la moral a la gente: y como tal fue utilizado por los dictadores. Franco, que no era gran aficionado a la pelota, hacía coincidir los partidos más interesantes con situaciones de previsible agitación social, que -la verdad- tampoco eran muchas. Y el Portugal de Oliveira Salazar se regía, como los lectores veteranos recordarán, por la famosa regla de Las Tres Efes, a saber: “Fado, fútbol y Fátima”.

Lógicamente, ha tenido que ser un grupo de científicos portugueses el que descubriese las misteriosas -y placenteras- conexiones entre el gol y el orgasmo. Lo que no aclaran es el efecto que un tanto del equipo contrario pueda ejercer sobre las neuronas de los hinchas, a modo de coitus interruptus. Quizá sea ese vaivén entre el tormento y el éxtasis lo que explique las pasiones que desata el fútbol. Y lo sexy que encuentran muchos a Cristiano Ronaldo, aunque no sea nativo de Coimbra.