El parón veraniego es el momento del año más duro para los apasionados del balón. Cualquier cosa vale, en ese periodo, con tal de saciar la necesidad del hincha. La ansiedad se mantiene bajo control a base de rumorología sobre fichajes e insípidos amistosos que sirven para que la especulación más vacua cobre valor de ciencia. Sorprendentemente, hay quien en dos ratos ya es capaz de aseverar el sistema y las variantes por las que apostará el técnico durante el campeonato, de recitar de memoria el once de gala, y de predecir de forma milimétrica la puntuación y opciones de la escuadra en el campeonato que está por arrancar. Visionarios, fariseos, charlatanes, según como se mire.

Un partido señalado

El primer momento de la verdad llega cuando se produce el sorteo de los calendarios que determinarán el cuadrante de choques durante el año. Algo tangible que permite dotar de un halo de realidad a las cábalas de los aficionados. En el caso de los granotas, uno de esos partidos señalados en el calendario de antemano era el Getafe-Levante. Dos conjuntos recién descendidos de Primera con el objetivo ineludible del retorno a la máxima categoría, enfrentándose en el tramo decisivo del curso.

Derrota sin trauma

Lo cierto es que, de nuevo, el conjunto dirigido por Muñiz volvió a ofrecer muy poco, algo que viene siendo recurrente a pesar de los vítores de euforia que tienden a acompañar al resultadismo. Por fortuna para todos, el Levante llega con los deberes hechos, y lo que en otro contexto a buen seguro habría sido una derrota traumática que habría levantado dudas sobre la capacidad del equipo para encarar los últimos encuentros donde todo se decide, ha quedado en un tropiezo de poco impacto.

Faltan las matemáticas

El levantinista de a pie ya no suma los puntos, sino que resta las jornadas para que las matemáticas confirmen un ascenso ya consumado. Ni los más optimistas del lugar podían anticipar un éxito tan inapelable. Es el premio al excelente trabajo desarrollado en la parcela deportiva; el de vivir las últimas jornadas con la certeza de que el objetivo está cumplido.

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