Se cerraba el mercado de fichajes de la Liga 16-17 y el personal en Valencia andaba obsesionado con que había que incorporar defensas. Ahí están las hemerotecas. Todo empezaba y terminaba en la llegada de centrales, como si con ello, con traer a un tipo fornido con cierto nombre, la temporada ya estuviera salvada. Se recordaba en este rincón que todo eso estaba muy bien para un equipito cualquiera. Pero que el Valencia, además, se supone que tiene que marcar goles. El empate le vale al Leganés, no a mi Valencia. Y si ni Negredo ni Alcácer han dado nunca el nivel para jugar en Mestalla, imaginen la situación que se generó cuando resultó que quienes tenían que embocar en la portería rival eran Munir, Rodrigo y Santi Mina. El cuento chino.

La defensa se hace

Por mucho que pasen los años, hay quien todavía no se ha dado cuenta de que los buenos sistemas defensivos suelen acompañar a los entrenadores eficaces que, sin embargo, solo en raras ocasiones consiguen sacar provecho de unos delanteros tan poco resolutivos como los que tenía el Valencia hasta que llegó Zaza. Para pasar de lo general a lo concreto, uno ha visto al Villarreal de Marcelino convertirse en una fortaleza poco menos que inexpugnable contando con Víctor Ruíz como central ¡Víctor Ruíz, oiga! Aquí parecía primo hermano de Aderllan Santos y unos kilómetros al norte aquello era una máquina de defender. Lo que nunca pudo Marcelino, sin embargo, fue convertir a Soldado en Luis Suárez, Bakambu en Neymar o Baptistao en Messi. Porque a un buen entrenador, y Marcelino lo es, se le puede pedir que su equipo esté bien organizado, trabaje, se sacrifique por el colectivo y lo dé todo en el campo. Pero los milagros se solían pedir en Lourdes antes de que hasta el mundo de la fe se acabara viniendo abajo.

Con talento se nace

Con todo esto, lo que vengo a decir es que está muy bien apuntalar la defensa -aunque me contentaría con no ver nunca más a Aderllan Santos con un murciélago en el pecho-, o hacerse con los servicios de Camacho -o, lo que es casi mejor, hallarle un acomodo lejano a Enzo Pérez-, pero conformarse con eso es volver a las andadas e insistir machaconamente en ello es repetir el mismo error de hace doce meses. Un Valencia que esté a la altura de su escudo tiene que tener futbolistas de talento. Y nadie lo atesora a día de hoy en su plantilla en igual medida que Parejo. El buen juego de este equipo empieza y acaba en Parejo. Soler, la joya por pulir, funciona mejor si tiene a su lado a Parejo. Es Parejo quien pone la calidad a balón parado, con la importancia que ello tiene en el fútbol de hoy. Parejo, aunque le pese a mucho cantamañanas, ha sido el futbolista más regular del Valencia del último quinquenio. Y sí, hay partidos en los que desaparece, pero ¿no lo hacen también Messi y Ronaldo? Díganme un solo futbolista del mundo que no conozca algún altibajo en su rendimiento y luego atrévanse a silbar el juego de Parejo.

El anti engañagradas

Una parte de la afición ha sido injusta con este futbolista. Son, es de imaginar, aquellos que idolatran al engañagradas. Los que salivaban de gusto al ver la carrerita hacia delante de Miguel Brito, la cabriola al viento de Feghouli o el gol empujándola y gracias de Alcácer. Esos que prefieren una cajita mona que un contenido como Dios manda. Esos que se dejan seducir por una prensa que silenciaba cómplice el tambalearse sin saber dónde está el suelo muchas mañanas en busca de la camilla de masajes de Paterna de Miguel y su cuadrilla para luego exigir que echaran del club a Parejo por dejarse hacer una fotografía en una discoteca en Madrid. Yo no quiero competir con Leganés, Málaga o Deportivo. Esa Liga es para otros. Yo quiero a Parejo en mi equipo.

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