Ni Atlético ni Valencia, especialmente este último, querían perder el duelo que los enfrentaba y ambos salieron airosos. A los puntos se habría impuesto el visitante, pero por margen estrecho. Del Valencia, por lo escuchado y leído, se esperaba más. Simeone le puso delante la ingrata verdad. Ni un solo disparo entre los tres palos y apenas una ocasión de gol, a balón parado y cabeceada fuera por Paulista, fotografían de forma muy aproximada lo que nos depara el ataque de un equipo con tan pocas ideas como calidad de medio campo hacia adelante. El partido a partido tiene que empezar por asumir que, de momento, esto se parece bastante más a lo que había que a lo que muchos creen que hay.

¿Se jugaba en Madrid?

El Atlético marcó el ritmo del partido. Si uno no miraba al graderío, bien parecía que estaba jugando en casa. El Valencia salió sin prisas en los dos actos. Sin Gameiro, aún renqueante, ni Griezmann, por fortuna ausente ayer como lo estuvo Cristiano hace ocho días, el ataque rojiblanco asusta bastante menos. No había problema en aguantar atrás para ver qué pasaba. Marcelino, acertadamente, retribuyó con el banquillo el calamitoso proceder de Murillo en el Bernabéu. Su reemplazo, Paulista, ofreció otra cara y, como se esperaba, formó una buena pareja con Garay.

El Atlético merodeó bastante el área local pero tampoco se zafaba con claridad en el trecho decisivo. Un fallo de Kondogbia, no tan fino como ante el Madrid, dejó solo a Vietto, que la mandó a las nubes. Lo único que nos habría faltado es que hubiesen traído a Valencia a este chico, un despropósito permanente en su relación con el gol, para hacer pareja con Rodrigo. El centro del campo era una maraña de piernas. Thomas y Kondogbia, músculo africano, dejaban escaso margen a la alegría. Parejo nunca encontró el hueco por el que meterse y, sin él, el Valencia, con Marcelino o con Pepito, carbura bastante menos. A los veinte minutos ya quedó bastante claro que o se marcaba en alguna falta ejecutada por el madrileño o allí lo único que se iba a poder rascar era el empate a cero. Los blanquinegros lograron voltear a ratos el juego a su favor, se acercaron a Oblak con mayor o menor convencimiento, mas el esloveno no llegó a mancharse el calzón. Bien se pudo haber ido al cine.

El gato con guantes

Quienes de verdad creen que la plantilla ha mejorado tanto tras la remodelación recién ejecutada, deberían volver a visionar el partido de ayer. Es innegable que el equipo es otro defensivamente. Kondogbia y Paulista fortalecen una parcela que ha mostrado lagunas lacerantes en época reciente. Pero como se ha dicho aquí por activa y por pasiva, el Valencia no es el Racing ni el Huelva. Ni siquiera el Villarreal.

Al Valencia se le tiene que exigir asegurar atrás pero ofrecer algo en el otro lugar del campo, ese que defiende el portero del equipo rival. Y por ahí, me temo, estamos peor de lo que estábamos. Se ha aplaudido mucho la operación Cancelo, pero ¿quién va a hacer de Cancelo en ataque? ¿Pereira? Si las ganas de triunfar de este chico son las que mostró ayer tarde en Mestalla, ya puede Mourinho empezar a preparar los papeles para repescarlo en enero como amenaza -con la boca pequeña, claro, como si aquí fuéramos tontos- ¿Guedes? El portugués dejó algún detalle, pero nunca va a ser Cancelo. La baja de Nani, aplaudida por casi todos, aleja de Mestalla de forma incomprensible al único futbolista de ataque capaz de marcar una sola diferencia ante cualquier rival. La excusa de que no se adaptó al vestuario parece tan pueril como el argumento de que no defendía ¿Acaso defiende como una fiera este Pereira? Uno se hace cruces al ver cómo se acepta con desmedido entusiasmo que quienes prometieron un Valencia de Champions acaben convirtiendo al club en la empresita donde hacen prácticas becarios de veinte años procedentes de clubes donde el máximo accionista tiene algún amiguete.

Los centros de Gayà

Ante ese panorama, los ataques del Valencia continúan siendo previsibles, lentos y tan pastosos como los centros de Gayà, al que alguien, después de tantos años, debería explicarle cómo se pone un balón con fuerza entre el portero y la frontal de la pequeña ¿No puede Vicente pasarse un par de días a la semana por Paterna y enseñar a este chico a centrar como mandan los cánones? Su empecinamiento en lanzar sandías al área rival y la irrelevancia del debutante Pereira anularon por completo el flanco izquierdo valencianista. Por la derecha tampoco tuvo su día Soler, al que Simeone nunca dejó maniobrar. Dicho lo cual, nos queda Zaza, que apenas recibió en franquicia y, finalmente, Rodrigo. Y sobre Rodrigo prefiero no opinar. Miraré, atentamente, eso sí, la puntuación que le damos hoy en Súper, porque tengo sospechas de que en la redacción del periódico el brasileñoespañol tiene más que amigos.

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