El levantinista es inconformista por naturaleza. Su instinto le lleva siempre a rebelarse contra las verdades absolutas y a combatir el orden futbolístico establecido. Acostumbrado a vivir en minoría absoluta, el seguidor granota, que durante años se habitó como un extranjero en su propia tierra, hoy se siente más reivindicado que nunca.

El flamante e histórico regreso a la máxima categoría bajo la batuta magistral de Muñiz, y las buenas sensaciones acumuladas en las primeras jornadas, sitúan al conjunto de Orriols en un clima de estabilidad y solidez del proyecto deportivo dirigido por Tito y Carmelo. El relato de la continuidad ha calado, y la apuesta por la base del ascenso promete dar dividendos este año.

Pero en el fútbol las batallas doctrinales son el alimento primario que sustentan el forofismo. El balón es por si mismo siempre justificación más que suficiente para alimentar cualquier tipo de polémica. La presencia de Alex Alegría se ha convertido en uno de los puntos candentes de debate en el graderío del Ciutat. Falta un ´nueve´; es el miedo latente que recorre todos los corrillos de aficionados.

Sin embargo, este Levante ha demostrado que tiene llegada y gol, gracias a una potente segunda línea de ataque ratificada por la apuesta por Ivi y el descubrimiento de Bardhi. Por ahora, esta siendo más que suficiente para convencer. No obstante, conforme vaya avanzando la temporada, los rivales irán recortando distancias, engrasando sus piezas, y consolidando sus diferentes propuestas.

Con el cierre del mercado, los técnicos tienen ahora la obligación de gestionar una plantilla donde el único delantero centro de garantías (Roger) está en el dique seco por una lesión de larga duración.

La mejor España de todos los tiempos logró alcanzar las cotas más altas del balompié mundial sin la figura de un ariete puro. Rompiendo esquemas, generando tendencia, y también, cultivando una legión de detractores, para variar. No sería de extrañar que el planteamiento del entrenador derive hacia esos postulados. Si algo ha demostrado en este tiempo, es su capacidad para adaptarse a contextos diferentes. Para Muñiz, el único dogma es la eficacia del modelo, su identidad la define su obsesión por dejar cautivos y desarmados a sus rivales.

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