A mí, octubre es un mes que siempre me pone triste. Cuando era niño y mis padres me llevaban algún domingo de esta época a Benicasim a pasar el día en contra de mi voluntad, en su esperanza de robar unas horas de sol al otoño, me deprimía el contraste entre la soledad de los entornos y el feliz recuerdo del verano que todavía poblaba en mí. La luz entornada del sol invadía la playa solitaria, y el aire frío era incompatible con el bañador y la pelota de Nivea. Ya de mayor, echo de menos el otoño porque esta estación ya no existe. Pero, cuando se deja entrever, como estos días, me doy cuenta de que siento lo mismo que cuando era un crío. Si a ello le añades que nos congelen la Liga y no haya nada mejor que hacer que pasear bajo los pinos... apaga y vámonos. ¡Quina tristor!

Atalaya

Para colmo, el vecino ha puesto a toda pastilla la magna “Comfortably Numb”, de Pink Floyd, mientras escribo estas líneas. Para recuperarme del bajón emocional, lo mejor es mirar la clasificación liguera. La semana de sequía liguera es una semana ajetreada en el orden sociopolítico, e incluso económico, con toda la que hay montada ahí arriba. Todo eso también afecta al ánimo general y particular. No obstante, nosotros, los valencianistas, desde la atalaya de la tercera posición, con olor a liga de champiñones, contemplamos el paso de los días y hacemos tiempo, hasta que ruede el balón en el Benito Villamarín la semana que viene, tal día como hoy. Menos mal que Rodrigo está ahí, on fire, para darnos la dosis de fútbol en vena.

Superrodrigo

Qué animal. Qué bestia. Qué golazo, en su reestreno con la Roja. Ahí. De media vuelta. Con la zurda. Al fondo de la malla. Donde la quería poner. Abriendo la lata. Pum. Y el resto del partido, combinando, desmarcándose, demostrando que —no me duelen prendas reconocerlo—estábamos equivocados. Bendita rectificación. No era el jugador, era el clima, es más que evidente. Contagiado del optimismo actual y las vibraciones de sus compañeros alrededor, a Marcelino bien se le podría hacer una estatua de bronce a tamaño real en el futuro, para ponerla en la avenida de Suecia o donde la pajarita del rastro dominguero, en la placita de detrás, con sendas llaves en las manos, al modo Jaume I en Castellón con las llaves de la ciudad. Una llave por Parejo, otra por Rodrigo.El futuro

A lo largo de la semana, el Valencia ha presentado el trabajo que tiene pensado, de cara al nuevo estadioValenci. He visto un video de la maqueta, he leído la declaración de intenciones (que no es más que eso, una mera declaración de intenciones, porque no dice de dónde se saca el dinero ni de qué estamos hablando, concretamente). Pero parece una respuesta dilatada a la predisposición desde la alcaldía a aclarar el entuerto. A mí, el eslogan “Se acerca el futuro” me parece bien, pero no me vuelve loco, que esto del estadio es como el anuncio del fin de la crisis desde 2005. Que si se acababa en 2008, luego en 2010, luego en 2012, y ahora mismo estamos viendo la partida de tenis entre USA y Corea del Norte. Además, también se acercaba la nueva de Blade Runner y ahora ya sabemos lo que sospechábamos: que, como la vieja, ninguna. Pues eso me pasa con Mestalla.

Historia

No soy objetivo, claro. Mi primer partido en un estadio fue el verano que llegué a la ciudad, España- Honduras. A partir de ahí, me crié en sus faldas. He correteado su diámetro cronometrando los tiempos, he aprendido a chutar a un balón contra sus muros, me he colado por su puerta en las prórrogas de las competiciones de copa, cuando dejaban entrar al final de los partidos para hacer bulto y animar en el arreón final de los penaltis. He acogido a los murciélagos que daban vueltas alrededor de las fincas adyacentes, mareados por el rugido del estadio en la noche. He visto los partidos desde los terrados, de niño, y he asistido ininterrumpidamente como abonado en los últimos 25 años. Me he limpiado mi silla de roña milenaria, como cada socio, con papel de periódico, con pundonor, antes de colocar mis posaderas. Lo he visto crecer, desdoblarse, sin perder la esencia. He llevado a mi vástago desde que nació.

Instalaciones

Esta historia llega a su fin, porque así lo dicta una sentencia y la voluntad de las partes. Iremos a Orriols, donde digan, pero la simbiosis con el nuevo estadio dependerá, y mucho, de lo que decidan hacer. Es evidente que el césped y las instalaciones deportivas serán más que aptas para los profesionales. La belleza depende de muchos factores, no sólo el dinero, sino el buen gusto. Pero yo a mi club le pido logística. Instalaciones. Accesos sencillos, intuitivos. Estética. Pero, sobre todo, servicios: los propios cuartos de baño, aseos limpios, amplios, espaciosos. Y servicios de hostelería: restaurantes, bares decentes, oferta gastronómica digna y variada, incluso de variedad temática y de distintos tipos de cocina. Y la historia de Mestalla colgada en sus muros. En definitiva: pido sentirme en casa, de una vez por todas.